viernes, 28 de marzo de 2008

Lunes 10 de marzo: el día de los mojitos o como amanecer en el Malecón

Un ruido me despierta. Aún no ha amanecido. Vaya, parece que Carlos ha sido el siguiente en caer. Se toma un par de Fortasec. Volvemos a dormirnos.

Pipipipii pipipipii. ¡Dios, ese ruido se me mete por todos los sentidos! Son las 9:00 de un nuevo día. Nos levantamos, no queremos perdernos el buffet. Necesitamos comer algo para aguantar el día de los mojitos. ¿Qué es eso que se ve por la ventana? ¡El sol! “¡Buenos días, señor sol! ¿Dónde coño ha estado todos estos días?”. Antes de bajar nos damos una ducha para terminar de despejarnos. Aún tenemos secuelas del puro de ayer. Nacho y yo juramos no volver a fumar un puro cubano (y lo cumplimos). Necesito cargar las pilas de la cámara pero no tengo adaptador de corriente (los enchufes cubanos son distintos a los españoles). Bajo a recepción a por uno. Me dicen que ahora mismo tienen todos prestados, que me avisan en cuanto tengan uno disponible. No puedo esperar. Voy a la 1308 a pedirle a Iván su adaptador. Iago parece que está mejor que ayer. Bajo a mi habitación para dejar cargando las pilas de la cámara mientras desayuno. No funciona. Subo de nuevo a la 1308. Iván me explica que hay que girar una ruleta ya que el adaptador tiene varias entradas y sólo hay una activa a la vez. “Y llevo cinco años de ingeniería”, comento. Vuelvo a bajar a la 1109 para dejar cargando las pilas mientras desayunamos. Carlos ya ha bajado. Nacho me está esperando.

Bajamos al buffet. Carlos está sentado con Javi, Sara y Ana. Sólo desayuna un té con Fortasec. Yo comparto mesa con Nacho. Desayuno mi habitual tazón de cereales. Decido comer también huevos revueltos con perro (caliente) y pomelo. Nacho se pone las botas. La resaca del puro parece haberle abierto el apetito. Terminamos de desayunar y subimos a la habitación a lavarnos los dientes y coger nuestras cosas. Hoy nos damos crema a conciencia. Bajamos a recepción a esperar al resto del grupo. No tardan en llegar. Decidimos ir a uno de los colegios que vimos ayer para dejar unos regalos que ha traído Jorge. Desde ese momento le asignamos el mote de Regalitos (a lo mejor no fue desde ese momento pero se me ha olvidado escribirlo antes). Nos dirigimos hacia el Paseo de Martí por el Malecón. Nos hacemos la primera foto con sol desde que llegamos a la isla.


Bajo el sol cubano

Continuamos caminando y enseguida llegamos al Paseo de Martí. No tardamos en encontrar las tres escuelas que vimos ayer ya que están juntas. Vemos a los niños en clase por las ventanas. No sabemos a cuál entrar. Mientras nos decidimos por una, una señora cubana de unos 70 años se nos acerca tambaleándose. ¿Está ebria a las 11:30? Se acerca a Jorge M. “Qué chico más lindo”, dice mientras se le acerca peligrosamente. Sin más, se aleja unos pasos, saca una petaca de Havana Club y le pega un gran lingotazo ante nuestra atónita mirada. Se marcha. Increíble.

Por fin nos decidimos por una de las escuelas. Entramos y preguntamos por el director o directora. Es directora. Sale a recibirnos a la puerta de la escuela y nos conduce a su despacho.


Despacho de la directora del colegio

Nos pregunta el motivo de la visita. Le explicamos que hemos traído regalos a los niños. Dice que le parece bien pero que puede ser un problema porque es probable que no haya regalos para todos y sería injusto dejar a algún niño sin regalos. Aún así los acepta. Ya encontrará el modo de repartirlos. Nos lleva a una clase para que conozcamos mejor la vida en la escuela en Cuba. Los niños que están en la clase tienen unos 10 años y parecen acostumbrados a las visitas pues no se sorprenden al recibirnos. La directora reparte un bolígrafo a cada uno. Uno de los niños parece haber cogido dos bolígrafos sin querer y devuelve uno a la directora. “Anda, igual que los niños de 10 años de España”, le comento a Jorge. “Igualito”, me responde. La directora nos lleva a ver otra clase de niños un poco más mayores. Nos cantan una canción que hace referencia a la Revolución. Parece que los tienen bien adoctrinados desde pequeños, así no se les desvía ninguno. Salimos de la clase y nos quedamos charlando un poco más en el patio con la directora acerca del sistema escolar cubano. Nos despedimos y volvemos a salir al Paseo de Martí. Javi desenfunda su guía y localiza en ella la catedral de La Habana. Le seguimos. Mientras callejeamos por la ciudad le saco una foto a un curioso cartel.


¿Quién no se toma en serio este cartel?

Ya hemos llegado a la catedral. La fachada da una plaza con una terraza. Algunos aprovechan para comprar postales e incluso enviarlas a España en una pequeña tienda de la plaza. Saben que probablemente nosotros llegaremos antes que las postales. Nos hacemos la foto oficial frente a la catedral.


Telecos en la catedral de La Habana

La Bodeguita del Medio (uno de los bares más famosos de La Habana) está muy cerca de la catedral así que vamos allí para tomar el que dicen que es el mejor mojito de La Habana. Subimos por una estrecha escalera al primero piso ya que la planta baja es un restaurante. Las paredes están llenas de firmas y de fotos de gente famosa.


Dejando a un lado las caras del Guía y del Líder, se pueden ver las paredes llenas de firmas y fotos

Entramos en una pequeña sala con una barra donde un camarero nos sirve una docena de mojitos. Parece que esta vez sí que estamos tomando el mejor mojito de La Habana (para mi, el mejor mojito que probamos en Cuba). ¡Ya puede ser el mejor mojito del mundo porque cuesta 4 CUC! Nos sentamos en una mesa de las que hay en la sala que aparece al fondo de la foto anterior. Entran tres cubanos con dos guitarras un par de maracas. Sin mediar palabra con ellos, empiezan a tocar y cantar. Son buenos. Cuando terminan se presentan: Los Hermanos Lores. Nos cuentan que tienen un disco en España, por si alguna vez lo vemos en alguna tienda. Nos cantan otro par de canciones. Diego, Jorge M. y Ana les compran un disco cada uno. Los demás les damos una propina. Se muestran muy agradecidos. Se despiden y se marchan a por otro grupo de turistas. Nosotros apuramos nuestro mojito y salimos a la calle.

Sara busca una tienda de lienzos que le han recomendado para comprar un cuadro del Malecón. No tardamos en encontrarlo. Enseguida entendemos por qué le han recomendado la tienda. Los lienzos son buenos y los de la tienda aseguran que son exclusivos pues los pintan ellos mismos. Se decide por un gran lienzo a óleo y en color del Malecón. Se lo envuelven “para regalo” separándolo de las tablas y enrollándolo dentro de un tubo de cartón. Continuamos nuestro paseo hacia la calle Obispo. Es una calle muy comercial, llena de tiendas y de guiris. Entramos en una especie de mercadillo que hay en la misma calle Obispo. En uno de los puestos vemos unas perchas de las que cuelgan unos pequeños trozos de cuero. Valen 10 CUC. Nos miramos sorprendidos y la señora del puesto ríe. “De ahí colgaban cintos mi amol, pero ya los hemos vendidos todos jijiji”. Diego compra una mini-maraca-llavero. El tercer instrumento que compra en La Habana. Seguimos caminando y hacia el final de la calle Obispo vemos un taller de reparación de gafas.


No es por nada pero el tío de la foto está cosiendo unos playeros, nada de espejuelos

Llegamos a la Floridita, otro de los bares más famosos de La Habana. Entramos para probar el mejor daiquirí de La Habana (el primero y el último que tomé en Cuba, así que fue el mejor). El aire acondicionado está a tope. Juntamos tres mesas y pedimos una docena de daiquirís. Nos ponen unos platos con plátano frito para picar (rico rico). Aprovechamos para hacernos unas fotos con la estatua de Hemingway, amante de los daiquirís de la Floridita.


Nacho, Hemingway y yo

Un grupo empieza a tocar y cantar junto a nosotros. Suena el “María Cristina me quiere gobernar”. Ya es una especie de himno, la oímos en cada sitio en el que estamos. Pedimos la cuenta. ¡6 CUC cada daiquirí! Normal que ya no probásemos más en toda Cuba aunque hay que reconocer que está más rico (y fresquito) que el mojito. Pagamos (¡ouch!) y salimos de la Floridita.

Tenemos hambre y buscamos un restaurante que nos han recomendado desde España, el Centro Asturiano. No debe estar lejos. Lo buscamos. Mientras lo hacemos volvemos a encontrarnos con la simpática anciana ebria que vimos por la mañana. Se ha bebido por lo menos otras tres petacas de Havana porque ya no puede hablar y apenas se tiene en pie. Preguntamos a un policía por el restaurante. Nos da indicaciones de cómo llegar. No tardamos en encontrarlo pero tenemos que esperar para entrar a comer porque parece que está lleno. Charlamos con el simpático empleado del restaurante que está en la puerta. Nos cuenta que tiene familia en España. Por fin nos toca (el empleado no, el turno para comer). Subimos unas escaleras y entramos al restaurante. Apenas hay luz ya que el local está iluminado con velas. Un hombre ameniza la comida tocando en directo un piano. Un camarero nos conduce a otra sala, más iluminada y sin música, al fondo del restaurante. Nos ponemos cómodos. Nos atiende un simpático camarero (después del mojito y el daiquirí todos parecen muy simpáticos). Nos entrega la carta. La verdad es que tienen de todo. Iván y Jorge se piden un plato de cada. Parece que el paseo les ha abierto el apetito (y tanto). Diego pide una ensalada. Parece que ha caído enfermo también. Los demás pedimos diferentes platos, sobre todo carne. La primera carne que como en días que no procede de un pollo. Mientras esperamos la comida, el simpático camarero nos sirve unos mojitos. La cosa se complica.

Uno no se puede morir de sed en La Habana

Nos traen la comida. ¡Vaya platos! A Carlos (Gandalf) y Ana les traen un plato con tres escalopes como tres paracaídas. A Sara y a mí nos traen unas “bolinches de res” (vamos, que nos trajeron unos filetes de ternera). Comemos sin prisa. Pedimos la cuenta y dejamos una propina. El camarero se queda un poco decepcionado porque no hemos dejado mucha propina. Que quiere, somos estudiantes. Salimos a la calle y nos vamos a ver una exposición de coches antiguos. Cuando llegamos, el museo ya está cerrado. Así que decidimos volver al hotel. Vamos a ir de cabeza a la piscina. No hay quien aguante este calor. De camino paramos en un par de librerías porque Iván está buscando un libro de cocina para su hermana. No le convence ninguno porque no tienen imágenes así que continuamos dando un agradable paseo de vuelta al hotel.

Me encanta esta foto (la hizo Javi)

Cuando llegamos al Malecón vemos como un hombre empuja un coche porque no le arranca. ¡Qué bárbaro! El tío empuja el coche durante medio Malecón. Finalmente un grupo de cubanos se le acerca para echarle una mano.

Hemos llegado al hotel. Carlos, Nacho y yo hacemos nuestra habitual visita a la tienda del hotel para comprar una botella de Santiago y otra de Tukola. Subimos a ponernos el bañador a la habitación. Las camareras (las chicas que hacen la habitación en el hotel) no han hecho formas con las toallas.


Barquito y olas en la cama de Nacho

Bajamos a la piscina y nos reunimos con el resto de los telecos. Iván y Carlos (Madejón) se tiran sin pensárselo dos veces. Por las caras que ponen el agua no está muy caliente que digamos. Se les une Iago. Finalmente me animo yo también. “Arrrrrrrrrrrrrrrrrrrrg. Ah, pues no está tan fría”, digo. Como ya es de noche, nos dan las luces la piscina. Nadamos como sirenas durante un rato hasta que nuestra temperatura corporal desciende hasta el mínimo soportable. Salimos y nos secamos. Nos quedamos un rato hablando en la piscina. La gente se sube a la habitación a cambiarse. Carlos (Tacto), Nacho y yo bajamos la botella de Santiago y mi baraja de póker a la piscina. Jugamos a un juego que nos explica Nacho. Es fácil. Tienes que predecir si la siguiente carta es roja o negra, luego si es mayor o menor, si está dentro o fuera del rango de las dos anteriores y, finalmente, el palo. Llevamos buen ritmo. Empieza a hacer un poco de frío así que subimos a la habitación. Allí seguimos jugando al mismo juego. Como empieza a parecerme monótono hago alguna que otra trampa. Que divertido es acertar siempre. Nacho empieza a pagar las consecuencias de mis trampas. Cuando queremos darnos cuenta nos hemos terminado una botella más. Aún es pronto y como no tenemos nada que hacer subimos a la 1309, donde está el resto del grupo jugando un comemierda. Se masca la tensión en el ambiente. Suena “Yves Larock – Rise up” en el móvil de Carlos. “Me la tienes que pasar”, le digo. No sabíamos que consecuencias iba a tener aquella frase (lo entenderéis cuando leáis las entradas de los días en Varadero). Parece que también han estado bebiendo ron (Caney), sobre todo Carlos. ¡Mierda! Me había olvidado por completo de que hoy teníamos una barra abierta (barra libre) en el hotel. Jugamos un par de partidas más al comemierda y decidimos ir a cenar. Como no coma algo esto puede acabar mal.

Antes de ir a cenar, Carlos, Nacho, Javi y yo bajamos a tomar la primera a la barra abierta. La entrada son 6 CUC (a ver quien ha estado en alguna barra libre alguna vez por 4€). Tomamos una piña colada. Le pregunto la hora a Carlos que mira su reloj y empieza a tocar botones. “Vaya reloj de mierda, nos vamos y no aprendo a usarlo”, comenta. Subimos a la recepción del hotel. Nacho se queda en la barra abierta. Vamos a cenar (Javi, Iago, Sara, Ana, Carlos y yo) a la terraza en la que estuvimos tomando el mojito ayer por la noche. Comemos perros y sándwiches de jamón y queso, acompañados de unas Bucanero bien fresquitas. Nos despedimos de nuestro amigo el camarero y volvemos a la barra abierta. Hay muy buen ambiente, la mayor parte de la gente es de nuestro grupo (telecos y profes). Un ruso (al que, por cierto, no vi pero me lo han contado) es la sensación de la pista de baile. La piña colada se acaba así que todos nos pasamos al cubalibre. Están poniendo la misma música que la primera noche. Empezamos a desfasar con el “Freed from desire”.


Javi y Carlos desfasando

Como no hemos venido a Cuba a escuchar house, me acerco al deejay (Dj Alex). Le pido un poco de música local, salsa por ejemplo. “Ok, helmano”. Dicho y hecho. Aprovecho para pedirle a Carlos que me enseñe unas nociones de salsa (es un superprofesional). Mientras estamos en ello se nos acerca un cubano, nos mira y se pone a bailar. Baila de lujo. Nos hace el briquindans y el maiquelyason. Le dice a Carlos que le enseñe lo que sabe hacer. Carlos da también una exhibición. Hace mi paso favorito (el de tocarse los talones). El cubano le aplaude y se queda bailando con nosotros. Es un tipo majete (si a las cinco de la tarde ya eran simpáticos, a las dos de la madrugada y después de una botella de Santiago y una barra abierta ni os cuento). La barra termina a las 2:30. Salimos a la puerta del hotel. ¿Quién se va ahora a dormir? Mientras estoy fuera del hotel con Carlos, se nos vuelve a acercar el cubano bailarín. Nos dice que quiere venir a España a sacar un disco porque también es cantante y que su cantante favorito es David Bisbal. Improvisa unas cuantas canciones con la música de Bisbal: “Estamos aquí en el Malecón uuuh aaah y yo Carlos te improviso uuuh aaah”. La verdad es que baila mejor que canta. No sé cómo pero Carlos termina regalándole su reloj. No sé quién de los dos sale ganando porque las encendidas de Carlos con su reloj en La Habana han sido épicas (y eso que era digital). El cubano bailarín se ofrece a llevarnos a un bar que aún está abierto. No nos inspira mucha confianza pero como no tenemos otro plan le seguimos. Llegamos enseguida al bar. Al entrar, la poca confianza que teníamos se esfuma del todo. No sé porqué pero tengo la sensación de que nos van a estafar de alguna manera. Un reducido grupo de gente, entre los que estamos Carlos y yo, nos marchamos de vuelta al Deauville. Parece que se está organizando una fiesta en la habitación 302. Cuando subimos apenas hay gente pero en menos de diez minutos aparecen unas veinte personas. Entre ellos, Nacho, Iago, Javi, Jorge M., Sara y Ana. En vista del panorama, y de que no iba a tardar en aparecer alguien a echarnos la bronca por armar tanto escándalo, me voy con Sara, Ana y Jorge M. a la habitación de las chicas. Tienen una botella de Havana Club así que podemos seguir la fiesta allí. Subo un momento a mi habitación a por dos vasos (sería la última vez que los vería) y la Tukola light que sobró de ayer. Vuelvo a la habitación con Ana, Sara y Jorge M. Allí jugamos a un juego parecido al que estuvimos jugando por la tarde en la piscina, de cuyas reglas, no me acuerdo. Al cabo de un rato, y casi sin enterarnos, terminamos con la botella entre los cuatro. Llaman a la puerta de la habitación. Son Iago y Carlos. Nos cuentan que un empleado de seguridad del hotel los echó de la 302 y todo el mundo bajó al Malecón.


Algunos siguieron la fiesta en el Malecón

Soy consciente de que si me voy a la cama es posible que no me levante hasta el martes así que decido seguir danzando por ahí con Iago y Carlos. Subimos primero a mi habitación a ver si está Nacho (al que le perdí la pista al salir de la 302). No ha llegado. “Había bebido bastante. Espero que no aparezca mañana flotando en el Malecón”, comentamos entre risas. Carlos (Gandalf) está dormido. Aprovechamos la hierbabuena de lo que en su momento fue un mojito para sacarle una foto a lo Paco Porras.


El que sujeta la hierbabuena no soy yo...

Carlos se despierta. “Sois unos cabronazos”. Y qué razón tiene. Le pregunto a Carlos (Madejón) la hora. Había olvidado que no tiene reloj. Miro la hora de mi móvil. Las 6:30. Salimos de la habitación para dejar dormir un rato más al otro Carlos. Oímos como suben y bajan los ascensores. Alguien está paseando por el hotel. Como no tenemos nada mejor que hacer, intentamos averiguar quién es, utilizando las escaleras. Bajamos a la 5. Subimos a la 13. Bajamos al lobby. Subimos a la 7. Bajamos a la 3. Subimos a la 6. Nos cansamos. El sol está empezando a salir. Decidimos bajar al Malecón a ver amanecer y a esperar la hora del desayuno. Carlos lleva su móvil así que ponemos un poco de música para hacer más llevadera la espera.

Amaneciendo en el Malecón con Iago y Carlos

Mientras estamos en el Malecón, un cubano se nos acerca. Nos ofrece tres monedas del Ché por 1 CUC. No damos crédito de nuestra suerte. “Sabemos que cuestan mucho menos, pero no están mal de precio. Es lo que hemos pagado por ellas ya”, le comento. Me llevo tres monedas. Iago también quiere pero el cubano no tiene más. Dice que esperemos, que volverá. Son las 7:00. El buffet del hotel acaba de abrir… (continuará)

lunes, 24 de marzo de 2008

Un paréntesis cubano: os presento a Dengue

En la entrada anterior no pude adjuntar su foto porque aún no la tenía. Amigas, amigos, os presento a Dengue, el perro que nos siguió por media Habana y que se ganó un hueco en nuestros corazones.


Aprovecho para mandarle un beso cubano a Diego, por buscarme para el blog las mejores fotos de cada día en Cuba. Y en un tiempo record :)

Domingo 9 de marzo: visita a pie por La Habana o el día que temimos por nuestra vida

Pipipipii pipipipii. El despertador de mi móvil vuelve a sonar a las 9:00. Contra todo pronóstico, no tenemos resaca. Bien. El día vuelve a amenazar con romper a llover. Parece que el sol no quiere salir nunca en este país. Nos damos una ducha. Carlos no encuentra la tarjeta de la habitación. Vaya. Le acompaño a recepción a por otra. En recepción nos hacen tres tarjetas nuevas, por seguridad. No queremos que ningún malote entre en la habitación mientras dormimos. Le preguntamos a la señorita de recepción cuando va a salir el sol. Nos dice que ahora mismo ha entrado un frente frío en la isla pero que mañana saldrá el sol. Subimos de nuevo a la habitación, no muy convencidos con la predicción meteorológica de la recepcionista. Recogemos a Nacho y bajamos a desayunar. Hoy no tengo tanta hambre como para desayunar lo mismo que ayer así que tomo un par de tazones de leche con cereales. Mientras desayunamos, Diego nos cuenta que Iago ha sido la primera baja en combate. Parece que está bastante fastidiado del estomago. Encuentro a unas chicas de Magisterio en la recepción del hotel, esperando al ascensor. Parece que tienen suero oral, sabor naranja. Las acompaño a la habitación para coger el suero. Su habitación es una de las dobles que queríamos coger cuando llegamos al hotel. ¡Menos mal que al final cogimos una triple! ¡La habitación doble tiene una minúscula ventana que da a un patio interior de medio metro cuadrado! Bajo de nuevo a la recepción y allí encuentro a Iago, que está esperando a unos conocidos cubanos para darles medicamentos y más cosas. Le doy el suero y subo a la 1109 a por mis cosas y a recoger a Nacho y Carlos. Ya estamos listos. Cuando vamos a salir de la habitación descubrimos una cortina en la pared. ¡Hay otra ventana en la habitación! La abrimos. Da a un patio muy oscuro. Da algo de miedo. La cerramos y decidimos no volver a abrirla nunca más.

Nos reunimos con el resto de compañeros en la puerta del hotel. Hoy vamos a explorar La Habana con la ayuda de la guía que Javi ha traído de la biblioteca. Desde ese momento le asignamos el mote de Guía. Salimos del Deauville y giramos a la izquierda, por la calle San Lázaro. Las casas están muy deterioradas por fuera. Vemos bastantes aparcamientos privados o parqueos.


Parking privado 24 horas

Enseguida llegamos al Paseo de Martí (José Martí, todo un referente en las esculturas y bustos de La Habana), que conecta el Malecón con el Capitolio. Vemos varias escuelas. Tomamos nota para volver otro día y darles regalos a los niños. Alguien comenta que todos vamos con la botella de agua de la mano. Nos hacemos una foto para que nuestras mamás vean que somos unos niños sanos. Seguimos caminando y el Guía nos hace una seña para que le sigamos hacia la izquierda. Enseguida llegamos al Museo de la Revolución. Entramos con la idea de visitarlo pero como está en reformas decidimos no hacerlo. Rodeamos el museo y nos dirigimos al Capitolio. Por el camino alguien comenta que algo extraño pasa con los semáforos. ¡Carajo, están al otro lado de los cruces! ¡Están locos estos cubanos! Tomo nota mental: tengo que preguntarle a algún taxista el porqué de la colocación de los semáforos. Continuamos y no tardamos en llegar al Parque Central. Una estatua de José Martí (cómo no) se alza en el centro del parque. Mientras hacemos algunas fotos, un cubano con una tarjeta de acreditación (no sé de dónde, no llegué a fijarme) en la camisa se nos acerca. Dice que no viene a pedirnos propinas. Dice que no viene a engañarnos. Dice que sólo viene a ofrecernos un paseo en coche hasta el Buena Vista Social Club® para tomar “el mejor mojito” de La Habana. Siempre nos ofrecen “el mejor mojito”. Le respondemos que tenemos otros planes. Hoy toca visita cultura. Ya habrá tiempo para mojitos (y ciertamente lo hubo, pero otro día). El hombre insiste en llevarnos al Buena Vista Social Club®. Le volvemos a dar un no, que esta vez parece aceptar como definitivo. Cruzamos el Parque Central, directos hacia el Capitolio. Estamos a punto de abandonar el parque cuando aparece el hombre de la acreditación delante de nosotros. ¡Como lo ha hecho! Antes de que podamos preguntarle, nos ofrece ir a tomar unos mojitos al Buena Vista Social Club®. Empieza a resultar un poco molesto. Aparece un segundo hombre y nos pide unas monedas. El primero le recrimina al segundo que él ha llegado antes, que somos sus clientes. El segundo le responde que sólo quiere estafarnos. Mientras discuten aprovechamos para huir.

Llegamos al Capitolio. El edificio es una réplica del norteamericano. Actualmente no se usa y se puede visitar, previo pago de 3 CUC. Decidimos entrar más tarde. El Guía tiene prisa por llevarnos a no sé qué sitio. Él tiene la guía de la ciudad. Él manda. Nos hacemos una foto antes de irnos.


Telecos en el Capitolio de La Habana

Nos internamos hacía el corazón de La Habana, directos al barrio chino. Cabe señalar que únicamente vimos a una persona con rasgos asiáticos durante todo el tiempo que estuvimos en el barrio chino. Recorremos un par de calles muy comerciales, repletas de restaurantes. En la puerta de todos los restaurantes por los que pasamos, un empleado del restaurante nos para y nos vende el menú del día. Sólo son las 12:00, aún no tenemos hambre. De todos modos hace falta tener mucho hambre para comer en alguno de esos restaurantes (lo siento, pero la comida asiática no va conmigo).

Abandonamos el barrio chino y salimos a una avenida bastante deteriorada. Carlos ve unos graffitis en una pared y saca unas fotos. Yo hago una foto de unos timbres en un portal, curiosa cuanto menos.


Timbres cubanos

La calle parece estar cortada por precaución debido a una zanja.


Calle zanja

Seguimos caminando por la ciudad detrás del Guía. Nos dirigimos a Centro-Habana. Vemos un camión de la basura vaciar contenedores. En el camión podemos leer la inscripción “Ayuntamiento de Sevilla”.


Camión de la basura del Ayuntamiento de Sevilla

¡Qué curioso! En los contenedores reza la inscripción “Ayuntamiento de Murcia”. Los autobuses son de Barcelona y Bilbao. Parece que España manda lo que le sobra para Cuba (seguro que los cubanos están más que agradecidos). Buscamos un autobús rojo de Pucela, pero no hay suerte. El Guía nos conduce hacia el callejón Hamel, un centro de adoración de santería. Se trata de una calle muy estrecha con las paredes llenas de murales de mil colores y mensajes como: “La envidia es la peor de todas las brujerías” o “La vida es un paso, la muerte una carrera”.

En el callejón Hamel (la foto no es mia, es de Antje, de Panoramio.com)

Jorge se entretiene a hablar con un grupo de gente a los que entrega regalos. En el centro del callejón un grupo de personas toca, canta y baila música étnica. Aprovechamos para sentarnos en una especie de bañeras dispuestas a modo de bancos para hacer un descanso. Reanudamos la marcha unos minutos después. Llegamos a la calle Hospital y no sabemos qué dirección tomar para llegar al Malecón. Como el sol sigue oculto entre las nubes, tratamos de orientarnos con el plano de la guía. Decidimos girar hacia la izquierda (error). Avanzamos durante unos metros. Llegamos a una plaza. Nos damos cuenta de nuestro error y decidimos volver sobre nuestros pasos. Mientras, Jorge se funde en unos cariños abrazos con un cubano (ebrio) que pasa por el lugar.

¡Viva el comandante!

Mientras tratamos de orientarnos vemos como Jorge M. se queda embelesado mirando una verja. “Tres meses”, comenta. Le miramos, extrañados. “Sí hombre, tres meses se tarda en hacerla. Es que mi abuelo era el herrero del pueblo”. Desde ese momento le asignamos el mote de Verjas. Iván saca una foto a un coche (creo recordar que era un Ford). Los dueños del coche salen de la casa que está frente al coche. Nos explican que lo tienen desde 1949 y que funciona como el primer día (depués de alguna que otra reparación).

Continuamos callejeando hasta que llegamos a una plaza, con el Malecón al fondo. Iago entra en una librería y compra un “Diario del Ché en Bolivia”, primera edición, y a buen precio. Le comento a Diego, malintencionadamente, que a él le costó más ayer y además no era una primera edición. Me lanza una mirada de esas que matan (pero con cariño). Cruzamos la plaza y una simpática mujer cubana se acerca y nos indica donde podemos encontrar un paladar (casa cubana en la que se ofrecen comidas). Aun no tenemos hambre pero recordamos la situación del paladar para volver a comer. Javi consulta una vez más la guía. Estamos cerca de la Universidad de La Habana. Vamos pues a visitarla. Comenzamos el ascenso por una calle que desemboca directamente en la gran escalinata de la Universidad. La verdad es que los universitarios de La Habana tienen que estar en forma después de subir tanta escalera.

Escaleras de la Universidad de La Habana. Alguno tuvo que parar a coger aire para llegar arriba.

Subimos las escaleras. Damos un paseo por el campus. Es muy grande. Nos hacemos una foto subidos en la tanqueta que hay en la plaza central del campus. Ahora sí que tenemos hambre. Decidimos ir al paladar que nos comentó la simpática señora. Comenzamos el descenso por las escaleras de la Universidad. Jorge se tuerce el tobillo varias veces. Paramos a descansar un momento. No queremos tener un tercer mosquetero lesionado (aunque Iván y Carlos ya están funcionando al 95%). Bajamos por la misma calle por la que subimos a la Universidad, directos al paladar. Cuando estamos a punto de llegar, un individuo (cubano) nos ofrece comer barato (por 6 CUC) y además incluyendo un líquido (la bebida) en un restaurante cercano. Amablemente, le decimos que no, qué queremos probar la comida en un paladar. El individuo insiste pero volvemos a rechazar su oferta. Continuamos hacia el paladar. El individuo nos sigue y no para de repetir su oferta. Le ignoramos. Al llegar al paladar, sale a recibirnos el cocinero, vestido con una camiseta del Fórum Valladolid. ¡Qué pequeño es el mundo! Nos dice que el paladar no tiene capacidad para doce personas pero que un compañero suyo nos va a llevar a otro paladar cercano. Aparece el compañero del cocinero. Entonces, el individuo (pesado como nadie) increpa al compañero diciendo que nosotros éramos sus clientes. Hay gritos. Nosotros tratamos de tomar parte en la discusión a favor del compañero. Entonces los dos cubanos nos explican que no pasa nada, que es normal que discutan por el pan que tienen que llevar a sus hijos. El individuo pregunta quién es el líder del grupo. Todos señalamos a Diego. Desde ese momento le asignamos el mote de Líder. El individuo vuelve a explicar al Líder la oferta y el Líder responde que no. “Te estás poniendo un poco cabrón”, dice el individuo. Diego le pregunta que por qué le insulta y decide no volver a abrir la boca. Entonces, por insistencia, decidimos seguir al individuo hasta el restaurante. El ayudante se marcha. Por el camino, el individuo sigue comentándonos la oferta de la comida por 6 CUC, incluyendo un líquido. Es realmente pesado. Qué necesidad tiene de repetirlo si ya le estamos siguiendo. Llegamos al restaurante. Es pequeño pero entramos doce personas. Alguien comenta que, sólo por lo pesado y desagradable que ha sido el individuo, deberíamos irnos. Dicho y hecho. El individuo sale detrás de nosotros. Trata de convencernos pero nadie le hace caso. Se rinde y da media vuelta. A ver donde comemos ahora por 6 CUC y que incluya un líquido… Volvemos a encontrarnos con el compañero del cocinero del paladar. Le explicamos lo que ha ocurrido. Nos lleva a otro paladar. El sitio es acogedor aunque hace frío porque el aire acondicionado está a toda pastilla. Nos explican los menús y los precios. No es barato (entre 12 y 15 CUC, sin incluir el líquido) pero son las 14:00 y tenemos hambre. Nos quedamos a comer. Todos comemos pollo y cerdo, preparados de diferentes modos (a la campechana, a la hawaiana, etc) con arroz y frijoles. Iago está todavía apurando su suero oral así que, por precaución, decide no comer. Mientras lo hacemos los demás, nos ameniza la comida con una lectura de su recién adquirido “Diario del Ché en Bolivia”.

Como se ve en la foto, Iago estuvo cerca de la muerte

Terminamos de comer y pagamos. El dueño del paladar decide obsequiarnos con un puro (más tarde descubrimos que el motivo del regalo fue que no le dejamos propina). Salimos del paladar. Acaban de cerrar los colegios electorales en España y nadie tiene noticias. Javi manda un mensaje a casa para preguntar. Decidimos continuar nuestra visita y dirigirnos hacia la Plaza de la Revolución. Nos orientamos con la guía del Guía. Está algo lejos así que empezamos a caminar. Caminamos y caminamos. Llegamos a la estación de autobuses, cerca de la Plaza de la Revolución. Un cubano nos para y nos pide fuego. Ana viene por detrás así que nadie lleva mechero encima. Nos pregunta que si somos de España. Nos cuenta que tiene una novia en España y que ahora va a mandarla un email (estamos frente a un locutorio). Nos pregunta que si hemos visto la estatua de John Lennon. Le respondemos que no. Nos dice que le esperemos dentro de media hora en el Teatro Nacional, que ha quedado con su novia cubana que vive cerca de la estatua de John Lennon y que nos acompaña. Le respondemos con un sí. Se marcha. Mientras nos alejamos nos miramos los unos a los otros y no hace falta que nadie diga nada. No vamos a ir. Con la experiencia del maletero tuvimos suficiente. No nos fiamos ni de nuestra propia sombra cubana.

Seguimos nuestro camino hacia la Plaza de la Revolución. Ya la vemos al fondo. Una pelea de perros en mitad de la carretera nos sobresalta. Un perro con camisa ha mordido a otro perro gris y sin pelo. El perro con camisa vuelve a la acera, triunfal pero antes de que llegue, un coche le da un pequeño toque. El perro con camisa ni se inmuta. Es un perro duro, muy duro.

El perro con camisa

El perro con camisa se aleja. El perro gris sin pelo parece seguirnos. Sí, nos está siguiendo. La verdad es que su aspecto es lamentable. Diego comenta que si algún mosquito pica a ese perro, lo más seguro es que el mosquito se contagie de dengue. Le respondo que ese perro no tiene dengue, es “el dengue”. Desde ese momento le asignamos el mote de Dengue. Llegamos a la Plaza de la Revolución acompañados por Dengue. Intentamos subir al monumento del Memorial (a José Martí, quién sino) pero un militar nos hace señas inequívocas de que no lo hagamos. Decidimos no hacerlo. Continuamos nuestra visita hacia el cementerio de La Habana. La guía del Guía afirma que es uno de los más grandes y bonitos de Sudamérica. Vamos allá. A los pocos pasos, un niño se acerca a pedirnos caramelos, bolis, dinero, etc. Jorge le da un boli. El niño se une a la expedición y decide ayudarnos a llegar al cementerio. Torcemos a la izquierda, por un barrio más bien poco turístico. Dengue aún nos sigue. Parece que le agrada nuestra compañía. Las calles por las que nos guía el niño están todavía más deterioradas que el resto de La Habana. Nos internamos cada vez más en el siniestro barrio. Varios grupos de cubanos nos miran con recelo. Parece que no están muy acostumbrados a la presencia de turistas por su zona. “Hemos llegado”, dice el niño. Y tiene razón. Estamos junto a una de las puertas laterales del cementerio pero ésta está cerrada. Nos detenemos un segundo a pensar en nuestra situación: un niño y un perro llamado Dengue nos han guiado hasta la puerta lateral de un cementerio por un barrio nada turístico donde la gente no para de echarnos extrañas miradas. Y para colmo queda poco para que anochezca. El niño dice que esperemos, que va a buscar a alguien. Por un momento tememos por nuestra vida. El niño va a venir con sus primos cubanos de Zumosol Ciego Montero y nos van a dar para el pelo. Dengue parece indiferente y espera sentando a que el niño vuelva (no exactamente sentado ya que no llega a tocar el suelo). A los pocos minutos aparece el niño con un hombre cubano. El hombre dice que le sigamos. Lo hacemos. Alguien señala a otro hombre que empuña un gran machete de los que se usan para partir cocos. Mierda. No nos separamos de nuestro nuevo guía. Parece un tipo agradable. “2-1”, me comenta. “El Real Madrid ha perdido”. Me sorprendo. ¿Cómo se ha enterada del resultado del Madrid si sólo hace media hora que ha terminado? “Con la Roma”. ¡Ah! Me cuenta que se reúne con unos compañeros en un bar para ver los partidos de Champions. Es seguidor del Barsa y fan de Messi. Durante el camino al cementerio seguimos hablando de fútbol. Le pregunto por la vida en La Habana. Me cuenta que no gana mucho dinero pero que es suficiente para vivir. Dice que Raúl (Castro) les va a subir el sueldo. Me pregunta por mi edad. 22. “Eres un crío. Te voy a dar un consejo. No te metas en peleas y procura hacer tu vida al margen de guerras absurdas”. Me está hablando de la Revolución.

Por fin llegamos al cementerio. Encontramos un par de gallos decapitados en la puerta. Algún rito de santería. Le damos mil gracias a nuestro improvisado guía (además de una generosa propina, él se la ha ganado). Pagamos 2 CUC de entrada al cementerio. El guardia nos dice que no tardemos, que están a punto de cerrar. Diego le quita la guía a Javi y nos hace una visita guiada “en cubano” (con acento cubano).



Continuamos caminando por el cementerio. Javi encuentra un seto con un asombroso parecido al encapsulado de un LED. Iván encuentra algo aún más curioso: el mausoleo del Sindicato Nacional de Trabajadores de Telecomunicaciones. Como buenos telecos, nos hacemos una foto de grupo.

Telecos y al fondo el mausoleo del Sindicato Nacional de Trabajadores de Telecomunicaciones

Junto al mausoleo encontramos una tumba abierta y repleta de huesos (no creo que sea de buen gusto que adjunte la foto). Un hombre nos sigue. Creo que nos está lanzando la indirecta de que quieren cerrar el cementerio y que tenemos que ir terminando. No discutimos con él. Estamos hechos polvo de tanto andar y empieza a oscurecer. Antes de irnos visitamos la famosa tumba de la Milagrosa. Tiene flores frescas.

Suficiente visita por hoy. Son las 18:00 y está anocheciendo. Cogemos unos taxis para volver al hotel. De nuevo vuelvo a compartir taxi con Carlos (Gandalf), Javi y Nacho. Recuerdo la nota mental que tome por la mañana y le pregunto al taxista que pasa con los semáforos, por qué están al otro lado de los cruces. El taxista responde que ni el mismo lo sabe, que no tiene ningún sentido. Comenta que muchos turistas le hacen esa pregunta y que a los extranjeros que conducen por La Habana les cuesta adaptarse a los semáforos cubanos.

Llegamos al hotel. Carlos, Nacho y yo pasamos por la tienda junto al hotel antes de subir a la 1109 para comprar una botella de ron. Si ayer probamos el Santiago, hoy toca el Caney. Como no tienen Tukola de dos litros, compramos una botella de Tukola Light. Subimos a la habitación. Encendemos la tele y sintonizamos TVE internacional. Aún no sabemos nada de las elecciones. Y parece que no nos van a decir mucho en TVE porque están dando un documental de anatomía forense. Nos servimos unas copas y nos encendemos los puros que nos regalaron en la comida (Carlos no lo enciende, sólo posa con él). La situación pide una foto a gritos.


Una pena que no se vea La Habana de fondo por la ventana

Alguien llama a la puerta. Es Javi. Comienza el telediario en TVE. Reelección de ZP. Brindamos los cuatro. Recibo un sms de mi madre confirmándome el resultado electoral. Saco un paquete de lomo que traía envasado al vacío en la maleta. Nos servimos alguna copa más (acabamos la botella). Nacho termina su puro. Yo no puedo con él. Empiezo a marearme. “Este puro está en mal estado”, comento mientras caigo en la cama. Nacho ríe. “Eres una nena. Me voy a terminar tu puro”, comenta. Yo sigo muy mareado. Nacho le pega un par de caladas a mi puro y tiene que apagarlo. “Pues si que está en mal estado…”. Y vaya que si lo estaba. Nacho también cae.


¿Quién es la nena ahora?

Me doy una ducha para despejarme. Parece que funciona, ya lo veo todo algo más claro. Llama Javi al teléfono (no me había dado cuenta hasta entonces de que se había marchado de la habitación). Hemos quedado en media hora en la recepción para ir a cenar. Espabilo a Nacho y a Carlos, al que también parece haberle afectado el Caney. Se dan una ducha para despejarse y bajamos a reunirnos con el resto de gente a la recepción. Decidimos ir a cenar cerca. En el mismo Malecón, y no muy lejos del Deauville, encontramos un local donde sirven comida rápida. Cenamos hamburguesas y perros (calientes). Cuando nos marchamos, Sara y Ana compran un paquete de chicle. Saben a flúor. Están realmente asquerosos. Estamos derrotados del paseo que hemos dado durante el día. Algunos se retiran al hotel pero Carlos (Madejón), Javi, Sara, Ana, Nacho y yo decidimos ir a tomar un mojito a la terraza en la que Nacho y yo compramos el agua y las cervezas la noche en que llegamos. Está abierta pero no hay clientes. Nos sentamos justo en el momento que empieza a llover. No pasa nada, estamos protegidos con un toldo. Un camarero muy simpático se acerca a servirnos cinco mojitos y un cubalibre. Como no tiene nada más que hacer se queda hablando con nosotros. Mantenemos una agradable charla con él. Nos habla de la verdadera situación de la isla, de cómo la gente se muestra indiferente a la revolución, de las cosas que tienen que hacer los cubanos para sobrevivir. Decidimos tomarnos otra ronda allí. Disfrutamos de la compañía del simpático camarero. Pero el cansancio se apodera por completo de nosotros. Apenas podemos mantener los ojos abiertos. Nacho se duerme y el camarero decide invitarle a un trago cubano (un vaso de ron blanco a palo seco) para animarle. Se lo toma. Decidimos que ya ha sido suficiente por hoy. Pagamos y dejamos una generosa propina al camarero. Volveremos por esa terraza.

Cada uno vuelve a su habitación del hotel. No tardamos en dormirnos, de nuevo bajo el ruido de la lluvia.

jueves, 20 de marzo de 2008

Sábado 8 de marzo: primer día en La Habana o cómo navegar con un Lada

9 de la mañana (GTM -5 siempre desde ahora). El molesto pipipipii pipipipii del despertador de mi móvil nos despierta. No hemos dormido muchas horas pero el buffet del hotel termina a las 10:00 y tenemos hambre. Corremos las cortinas de las dos ventanas de la habitación. La persiana parece que no ha llegado aún a Cuba. Nacho y yo comentamos que tampoco ha llegado a otros tantos países. No llueve pero el cielo amenaza con romper a llover en cualquier momento.


Vista desde la ventana de la piscina


Nos damos una ducha. ¡Diablos, son las 9:00 y ya hace calor! Salimos de la habitación y llamamos al ascensor para bajar a desayunar. Parece que hoy sólo funciona uno de los ascensores. Esperamos. Nada. Decidimos bajar andando desde nuestra habitación, en el piso once, hasta el comedor, en la planta baja. Encontramos a Javi esperando para entrar al buffet. No tardan en darnos una mesa para cuatro. Echamos un vistazo a la comida: leche, cereales, perro (sí, perro, perro caliente), huevos cocidos, fruta, zumo y una serie de preparados que prefiero no recordar. El desayuno no es muy atractivo pero tenemos hambre así que desayunamos.


Desayuno en el Deauville (¡puag!)


Hemos quedado a las 10:00 en la piscina del hotel (sexta planta) así que volvemos a subir a la habitación (andando) para lavarnos los dientes y coger cartera, gafas, darnos cremita (por lo visto el sol de Cuba quema hasta cuando llueve), etc. Sólo llevamos unas horas en el hotel y ya tenemos la habitación hecha un asco.


Habitación 1109


Cogemos las cosas y bajamos a la piscina (una vez más, andando). Son las 9:55. Entramos en la zona de la piscina. El hombre que limpia la piscina nos saluda con un gruñido (“grrr”). Un empleado del hotel aparece desde el snack bar de la piscina. Nos dice que no podemos entrar en la zona de la piscina hasta las 10:00 y nos acompaña amablemente a la puerta. Salimos de nuevo al pasillo de la planta sexta del hotel. Aparecen los representantes de Angalia. Entran a la piscina. Aún no son las 10:00 pero el empleado no les dice nada. Los seguimos. Aparece algún compañero más. Oímos ruido de sirenas abajo en la calle y nos asomamos al balcón del sexto piso del hotel. Vemos varias motos de policía y coches llenos de gente con banderas cubanas.


Foto desde la sexta planta del hotel


Javi, Nacho y yo empezamos a hacer conjeturas sobre si Fidel en persona va a pasar frente al Deauville. Nos parece poco probable. Al cabo de unos instantes aparece un hombre corriendo. Le sigue otro. Y otro. Y detrás de ellos decenas de personas. Se trata de una especie de carrera popular. Hay cubanos y turistas corriendo en ella.


Carrera popular por las calles de La Habana


Parece que ya estamos todos en la reunión. Comienza a hablar la representante de Angalia que nos recogió en el aeropuerto. Nos explica cómo funcionan las dos monedas del país. Nos advierte que no compremos puros ni ron en la calle y que no cambiemos dinero en la calle. A continuación nos habla el que parece ser el gerente del hotel. Nos explica cómo funcionan las dos monedas del país. Nos advierte que no compremos puros ni ron en la calle y que no cambiemos dinero en la calle. Apenas se le entiende cuando habla. También nos pide que cuidemos las instalaciones del hotel y que no hagamos como algunos, que se tiraron desde la ventana la piscina (con erótico resultado). Por último, nos habla un tipo que parece ser de Angalia y está al cargo de las excursiones. Nos explica cómo funcionan las dos monedas del país. Nos advierte que no compremos puros ni ron en la calle y que no cambiemos dinero en la calle. Como les gusta hablar sin decir nada a estos cubanos. También nos explica las excursiones que podemos hacer durante nuestra estancia en La Habana. Nos propone una cena tipo buffet libre en el hotel La Riviera el mismo sábado día 8, que incluye un espectáculo de cabaret, estilo Tropicana. El precio es de 20 CUC. La contratamos. Nos ofrece una excursión a Viñales, en Pinar del Río, para el lunes (que finalmente hicimos el martes) por 50 CUC. La contratamos. Por último, nos ofrece tirarnos por no sé que tirolina de 800 metros para ver no sé qué recinto hotelero. No creo que sea agradable estar colgando de una tirolina durante 800 metros. Y menos por 75 CUC. No la contratamos.

Una vez pagadas las excursiones pertinentes salimos del hotel. Las olas rompen con fuerza sobre el Malecón. Montamos en dos autocares para realizar la visita panorámica (cuyo nombre aun no entiendo ya que la visita fue en autocar) por La Habana, cortesía de Viajes Eroski (lo dudo, seguro que nos la incluyeron en el precio). El autocar nos lleva en primer lugar la plaza de la Revolución. Bajamos y nos hacemos mil y una fotos: en grupo, individuales, por parejas, haciendo el típico montaje de meterle el dedo por la nariz al Ché, etc.

De izquierda a derecha y de arriba abajo: Pato, Corbatas, Regalitos, Responsable, Plastiquitos, Líder, Verjas, Guía, Relojes, Pañuelitos, Botera y Tacto.


Continuamos la visita por La Habana. Vamos a una casa de ron y tabaco (básicamente es una tienda de ron y tabaco). En la puerta hay unos niños y Carlos, Javi e Iván les hacen fotos. Mientras compramos ron aparecen muchos más niños. Carlos se pone nervioso y borra las fotos (si ha tenido que darle 10 CUC a un maletero que va a hacer con veinte niños). Salimos de la casa del ron y tabaco. Los niños nos rodean. No podemos darle nada a ninguno porque no tenemos para todos. Montamos en el autocar. Nos dirigimos al museo del ron. La gente del museo del ron está comiendo así que posponemos la visita. Nos hacemos fotos con la estatua del Caballero de París.


Foto con el Caballero de París


Vemos a una mujer de avanzada edad fumándose un puro de dimensiones desproporcionadas. Alguien se hace una foto con ella y le entrega 1 CUC a cambio. Visitamos un hotel temático (basado en un monasterio). La guía decide que es hora de comer y nos lleva a un restaurante de la Plaza Vieja que tiene pinta de ser caro. No nos apetece comer tan caro así que nos buscamos la vida. Entramos en una cervecería de la misma Plaza Vieja. Cuatro personas están tomando un “metro” de cerveza en la terraza. Tenemos sed. Queremos un metro de cerveza cubana (¡pero qué rica está, coño!). Ahora tenemos hambre. Pedimos una hamburguesa. Tardan en servírnosla. Tiene unos extraños tropezones dentro (como ternilla). Nos da igual. Tenemos hambre. Mientras apuramos el último trago de cerveza y los últimos bocados de la hamburguesa, una orquesta callejera nos ameniza la comida al son del “María Cristina me quiere gobernar, y yo le sigo, le sigo la corriente, porque no quiero que diga la gente que María Cristina me quiere gobernar”. Son buenos. Al terminar se acercan a la mesa a pedirnos una propina. No les damos nada. Creo que aún estamos resentidos con el maletero que nos estafó y lo pagamos con la orquesta.

Terminamos de comer casi una hora después de la hora prevista por la guía. Somos españoles, ¿qué esperaba? Nos dirigimos al museo del ron. Un hombre con un asombroso parecido a Will Smith me ofrece puros a buen precio. Los rechazo. Entramos al museo. Tenemos que esperar para hacer la visita en español. Tomamos un ron con zumo de naranja y caña de azúcar (no recuerdo el nombre del cóctel) para hacer tiempo y matar la sed. Llega nuestro turno para hacer la visita. ¡Vaya, un extinguidor!


Extinguidor


En el museo nos explican cómo se fabrica el ron. Hay una maqueta gigante que nos llama la atención, ¡hasta tiene un trenecito eléctrico! Al terminar la visita nos ofrecen un trago de Habana 7. Nos quema la garganta pero nos hacemos los valientes delante de las chicas de Magisterio. Salimos del museo y nos dirigimos a un mercadillo. Por el camino, un individuo se dedica a retratarnos en forma de caricatura. La primera caricatura (de Iago) nos hace gracia. De la segunda caricatura en adelante nos damos cuenta de que todas son iguales. Aún así le damos una pequeña propina por cada dibujo. Recorremos el mercadillo. Casi todo es artesanía. Iván y Diego compran dos dominós por 6 CUC. Más tarde descubren que no todas las piezas están pintadas. Nacho y yo conseguimos pesos del Ché (las monedas y billetes de tres pesos cubanos, no convertibles, tiene la cara del Ché) a un precio razonable. Aparece la guía. Nos dice que el autocar está esperando. Es hora de volver al hotel.

Llegamos al hotel cuando empieza a anochecer. Carlos (Gandalf), Nacho y yo decidimos probar una botella de ron Santiago. Compramos una botella de Tukola de dos litros para acompañar. Ya hemos comprobado en el museo del ron que es imposible beber ron a palo seco. Subimos a nuestra 1109 a dar cuenta de la botella. Parece que ya funcionan los dos ascensores. Cae una copa. Dos. Se oye ruido desde la piscina. Algunas valientes de magisterio se atreven a estrenar la piscina. Cae una copa más. Empezamos a tener conversaciones profundas. Nos hacemos una foto.


Atención a la cara de felicidad de Carlos


Apuramos la botella con otro par de copas. Estamos cantando canciones populares. Decidimos bajar a darnos un baño. Carlos y yo nos adelantamos. Bajamos a la sexta planta. Meto el pie en la piscina. “Que buena está el agua”, comento (mentira). Pero a Carlos no le importa. No ha venido desde Ávila hasta La Habana para no bañarse en una piscina con el agua a 20 grados (más fría que los cubatas, que no tenían hielos). Llega Nacho. No se baña. Yo tampoco. Carlos sale del agua. Parece estar al borde de una hipotermia. Subimos a la habitación ya que tenemos que estar a la 20:15 en el hotel La Riviera. Nos duchamos y arreglamos. Cuando bajamos, el autocar que nos lleva a La Riviera se ha marchado. Javi nos está esperando. Decidimos usar el taxi. Nuestro primer taxi en La Habana. Un Lada blanco. Fabricación rusa. Montamos. “Al hotel la Riviera, caballero”. El conductor decide ir por el Malecón. Las olas siguen rompiendo igual que por la mañana. Parece que nuestro taxista no es muy hablador. El Malecón está encharcado. Varias olas rompen sobre el Lada. Voy de copiloto y estoy calado. De repente el Lada se para. No arranca. Continúan rompiendo olas. No arranca. Carlos, Javi, Nacho y yo bajamos a empujar el taxi. El agua nos cubre los pies por completo. Conseguimos mover el Lada fuera del alcance de las olas. Estamos borrachos y empujando un coche ruso a través del mar cubano. La situación es dantesca. El taxista se baja y abre el capó del coche para operar. La imagen del interior del Lada me hace gracia y me río. El taxista me devuelve una sonrisa. Empieza a trastear y consigue arrancar el taxi. Montamos y terminamos la carrera en el hotel La Riviera.

Llegamos con el tiempo justo al buffet pero conseguimos cenar. La cena no está nada mal. Terminamos de cenar y vamos junto al resto de compañero a ver el espectáculo del cabaret. Nos sirven un mojito. Comienza el espectáculo. La noche promete…


Espectáculo en el hotel La Riviera


¡Mierda, esto no hay quién lo aguante! Nos dormimos viendo el espectáculo. Recobramos algo de interés cuando aparece un hombre haciendo equilibrios sobre una escalera de mano. Termina su número. Volvemos a dormirnos. Termina el espectáculo. Un camarero nos acosa para que le compremos una botella de ron. Decidimos irnos a otra parte. Cogemos tres taxis hacia el Deauville. De nuevo un Lada. Habrá que darle una nueva oportunidad a estos coches rusos. Vuelvo a compartir taxi con Carlos, Javi y Nacho. Le pedimos al taxista que encienda el taxímetro. Parece no oírnos. Insistimos. Ni caso. A la tercera va la vencida y pactamos un precio con él. Durante el trayecto no para de preguntarnos que a cuantas cubanas nos hemos tirado ya. Parece obsesionado con el tema. Por fin llegamos al hotel. Esperamos al resto. Decidimos ir a una discoteca que se llama La Casa de la Música y que está cerca del hotel. Llegamos a la discoteca. Nos ven cara de turistas y nos piden 15 CUC por barba. Hemos espabilado después del incidente de las maletas. Decidimos ir a la discoteca de nuestro propio hotel, que es gratis gratis. No hay mal ambiente. Reggeaton, salsa, merengue y mucha gente cubana. Las cervezas están tiradas de precio (1 lata de Bucanero = 1 CUC). La gente empieza a estar cansada. El deejay empieza a poner algo de house y música de los 90. “Heeeeey baby, uh ah, I want to know if you’d be my girl” (los del vídeo no somos nosotros pero la escena era parecida). La gente empieza a retirarse poco a poco a sus habitaciones. Javi, Nacho y yo aguantamos hasta la hora de cierre de la discoteca (2:30). También estamos cansados (y templados). Decidimos ir a dormir. Mañana será otro día.

PD: Olvidé comentar que en la discoteca del Deauville conocimos a un cubano de 38 años que aparentaba 25. Es increíble como se conserva esta gente.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Viernes 7 de marzo: el viaje de ida

Viernes 7 de marzo de 2008. 9:00 AM. Feria de Muestras de Valladolid. 60 personas esperan a las puertas de un autocar. Marta llega y da la señal. Subimos al autocar y el conductor arranca. Comienza el viaje. Por cierto, nos vamos a Cuba :)

Dos horitas y media de autocar y nos plantamos en la T1 de Barajas. Recogemos a Nacho, que venía de Barcelona. Embalamos nuestras maletas. Iván decide embalar la maleta que no quiere embalar e intentar detener la máquina de embalaje, lo cuál provoca la risas del personal presente. Facturamos y decidimos comer algo para matar el tiempo (y el hambre). Que pocas papeleras hay en barajas para tirar los envoltorios de los últimos bocadillos que comeríamos en días. Nos aburrimos y decidimos pasar el control hacia la zona del dutty free. Nos despojamos de nuestros objetos metálicos y los dejamos sobre la bandeja para pasar el control de rayos. Jorge M. pasa el arco y éste pita como loco. Es el pasajero un millón y un policía nacional decide obsequiarle con un cacheo exhaustivo. Sin problema, está limpio. Otro hombre pita al pasar el arco. El policía de turno le pide que se quite las botas, ya que tienen hebillas metálicas. El hombre obedece y vuelve a pasar el arco con las botas de la mano. El arco vuelve a pitar. Los policías de alrededor se preguntan con la mirada qué carajo le pasa al tipo de las botas. Este parece entenderlo y decide pasarlas por los rayos. Mientras todo esto ocurre, Jorge M. ha perdido el pasaporte y el visado a Cuba unas dos o tres veces. Suerte que Nacho lo encuentra repetidas veces (no serían las últimas). Vagamos sin rumbo por el dutty free para hacer tiempo. Varias señoritas de traje azul entablan una breve conversación con nosotros:

- Hola. ¿Cuál es su destino?
- La Habana, amable señorita.
- Pues que tengan un feliz viaje y una feliz estancia.

Cansados, decidimos sentarnos frente a la puerta de embarque. Entonces aparece el cartel: DELAYED. Parece ser que hemos sido premiados con una hora de retraso en el vuelo. En ese preciso instante recibimos la última noticia de España en unos días: atentado en Mondragón, un concejal socialista muerto. Llega la hora de embarque. Montamos en el autobús lanzadera que nos lleva hasta el avión de Cubana Airlines que nos llevará hasta La Habana. Nos miramos y nos preguntamos si alguien alguna vez sobrevivió a un vuelo de ocho horas en semejante artefacto. Subimos al avión y ocupamos nuestros respectivos asientos, no los que teníamos asignados sino los que nos vienen en gana para estar juntos en el viaje. Ajusto mi reloj a la hora cubana (GTM -5) para ir acostumbrando el cuerpo. Despegamos. Un video informativo nos pone al tanto de los artistas de moda en Cuba: “Manolito y su Trabuco”, “Juán y su Hélice”, … Mientras, Carlos empieza a recolectar el bote para comprar el ron en el avión y pegarnos un fiestón tal y como aseguró la comercial de la agencia de viajes Eroski. Al poco tiempo nos sirven un refrigerio a base de macarrones con queso, ensalada de caca (vegetales cubanos) y un hojaldre de Astorga. Iván nos comenta que es de Astorga mientras se come un par de hojaldres. Seguimos volando…

El tiempo no pasa en este avión. Hemos cambiado de sitio veinte millones veces, jugado a las cartas, hecho juegos de magia, contado chistes, conocido gente, hasta hicimos un test de la Cosmopolitan: ¡conoce tu IS! (índice de sensualidad). A medio vuelo (siempre teníamos la sensación de que faltaban cuatro horas para llegar) aparecen dos azafatas con el carro de las bebidas. Carlos empieza a impacientarse. Las amables azafatas nos ofrecen un trago de ron (creo recordar que era ron x) por dos euros. El trago es una botella de 5 cl (como las que ganas en la feria). La Cocacola Tukola Ciego Montero cuesta un euro adicional. Todos estamos indignados. La comercial de la agencia nos la ha jugado. No sería la última vez. Aún así tomamos dos o tres tragos para hacer más llevadero el viaje. También probamos la cerveza cubana (Bucanero). No está nada mal. Volvemos a mirar el reloj. Aún quedan cuatro horas de vuelo. Nos sentamos y nos traen un nuevo refrigerio: medio sándwich de jamón y queso con un chocobollo y un café. Nacho vuelve a encontrar el pasaporte y visado de Jorge M. en el suelo del avión. El tiempo no pasa en este vuelo…

Aterrizamos. “Welcome to La Habana Airport” anuncia el comandante por megafonía en un pésimo ingés. "Por motivos de seguridad vamos a proceder a su desinsectación. Rogamos disculpen las molestias”. Reímos. Es la primera vez que nos desinsectan, aunque no sería la última. Bajamos del avión y nos echan un cubo de agua caliente por encima. La humedad en La Habana es del 99%. Aún así la temperatura es agradable. Un autobús nos acerca a la terminal del aeropuerto. Cruzamos los diversos controles de seguridad. Una señorita policía me pide que me vacíe los bolsillos. Saco mi baraja española y mi Bycicle (de póker). La señorita sonríe y me pregunta que si soy cartómago cartómano. Llegamos a la zona de recogida de equipaje. La maleta de David aparece rota. “Ya reclamaremos en Bajaras”, comenta. Días más tarde yo mismo diría algo parecido. Vamos a salir de la zona de recogidas de maletas. Un policía se acerca a Carlos (Gandalf). Le pide que le acompañe. Reímos y hacemos bromas sobre la posible exploración rectal a la que está siendo sometido. Pasa el tiempo. Carlos no aparece. Mientras otro policía cubano no para de preguntar a Nacho que si fuma. Aparece Carlos. Nos comenta que le han registrado la maleta y que no ha habido ningún problema (iba limpio). Volvemos a reír. Desde ese momento le asignamos el mote de Tacto (con evidente explicación). Nos recoge una representante de Angalia y nos indica donde podemos cambiar dinero. Cambiamos unos cuantos euros a pesos convertibles, la moneda cubana para extranjeros.

Salimos del aeropuerto y vamos hacia los autocares que nos llevarán hasta nuestro hotel en La Habana: el Deauville (en la zona de Centro-Habana, frente al Malecón). Un individuo surge de la nada y nos arrebata las maletas a Diego y a mí. “Que buena gente estos cubanos”, pensamos. El tipo nos sube la maleta al autocar. Nos pide indirectamente una propina sacando un billete (de 10€). Diego y yo nos miramos. No tenemos suelto. El tipo nos presiona. Muy a nuestro pesar decidimos darle 10 CUC (pesos convertibles cubanos, 1 CUC ≈ 0,72 €). Subimos al autocar completamente derrotados. No llevamos ni quince minutos en Cuba y ya nos han estafados. Nos sentimos como un par de turistas estúpidos. Decidimos que ese será nuestro pequeño secreto que nunca contaremos. Mientras Diego suda como no he visto sudar a nadie nunca. Hace mucho calor en La Habana. El autocar nos deja en la puerta del Deauville. Parece que el hotel está en una zona de guerra. En realidad parece que ha habido una guerra en La Habana pues todos los edificios están muy deteriorados por su exterior. Descargamos nuestro equipaje del autocar, pendientes de cualquier maletero al acecho. No aparece ninguno. Entramos en el hotel y repartimos las habitaciones. No conseguimos una habitación doble (lo que a la larga fue mejor). Voy a compartir la habitación 1109 con Nacho y Tacto. Mientras reparten las llaves, Nacho y yo salimos en busca de agua embotellada por el Malecón. Encontramos una pequeña terraza a pocos metros del hotel, donde compramos dos botellas de agua de litro y medio por 1,5 CUC cada una. Parece que este país no es ni caro ni barato. Más bien es un país barato con precios especiales para turistas. Regresamos al hotel. Allí Jorge M., Iván y alguno más comentan como un maletero les ha estafado 10 CUC. Cuento que a Diego y a mí también nos ha estafado, pero menos (sólo 5 CUC). Subimos a nuestra habitación. El (molesto) ding del ascensor nos anuncia que estamos en el piso once. La puerta del ascensor se abre y vemos un teléfono y un puñado de cables colgando de la pared. El panorama no es muy reconfortante. Abrimos despacio la habitación. No está nada mal. Es grande y tiene vistas al Malecón y al centro de La Habana. Nos acomodamos y decidimos bajar a por unas cervezas a la terraza de antes. Subimos a la habitación con un sexteto cervecil de Bucanero (que también cuesta 1,5 CUC por unidad). Qué rica está la dichosa cerveza. Mientras Carlos, Nacho y yo apuramos la segunda cerveza, aparece Javi en la habitación. Estamos cansados del viaje y no tenemos ganas de salir a dar una vuelta por el Malecón. En vez de eso decidimos gastar una broma telefónica a nuestros compañeros de la 1309 (Carlos y Jorges). No pican. Lo intentamos de nuevo con los compañeros de habitación de Javi en la 1009 (David y Kike).

- (yo con acento cubano) Hola, buenas noches. ¿Está David *******?
- (Kike) Sí.
- Pues debe bajar inmediatamente a recepción para checar su visado ya que parece que hay un problema.
- Enseguida bajamos.

Bajamos a recepción para contemplar la escena. No aparece nadie. Decidimos subir a buscarlos a la 1009.

- (yo con acento cubano) ¡POLICÍA CUBANA! ¡ABRAN LA PUERTA!

Nos abre la puerta Kike con mucho cuidado.

- ¡Ah, menos mal que sois vosotros! Es que acaban de llamar a David porque ha habido problemas con el visado o no sé que rollos.
- ¿Y no bajáis?
- Bueno. Esto es Cuba…
- Pues hay un policía con un fusil en la recepción.
- ¡Joder! ¡David, sal de la ducha ya!

Bajamos a recepción una vez más para contemplar la escena. Aparecen David y Kike unos instantes después. Los observamos sentados en los sillones de recepción mientras hablan con la recepcionista. La señorita de recepción sonríe. David y Kike se percatan de nuestra presencia. Risas.

Decidimos que ha sido suficiente por hoy. El viaje y el jetlag nos han dejado sin fuerzas. Subimos a dormir.

Una tormenta nos despierta en mitad de la noche. La imagen de las olas rompiendo en el Malecón es impresionante. Volvamos a dormirnos con el ruido de los truenos sobre La Habana de fondo.