viernes, 28 de marzo de 2008

Lunes 10 de marzo: el día de los mojitos o como amanecer en el Malecón

Un ruido me despierta. Aún no ha amanecido. Vaya, parece que Carlos ha sido el siguiente en caer. Se toma un par de Fortasec. Volvemos a dormirnos.

Pipipipii pipipipii. ¡Dios, ese ruido se me mete por todos los sentidos! Son las 9:00 de un nuevo día. Nos levantamos, no queremos perdernos el buffet. Necesitamos comer algo para aguantar el día de los mojitos. ¿Qué es eso que se ve por la ventana? ¡El sol! “¡Buenos días, señor sol! ¿Dónde coño ha estado todos estos días?”. Antes de bajar nos damos una ducha para terminar de despejarnos. Aún tenemos secuelas del puro de ayer. Nacho y yo juramos no volver a fumar un puro cubano (y lo cumplimos). Necesito cargar las pilas de la cámara pero no tengo adaptador de corriente (los enchufes cubanos son distintos a los españoles). Bajo a recepción a por uno. Me dicen que ahora mismo tienen todos prestados, que me avisan en cuanto tengan uno disponible. No puedo esperar. Voy a la 1308 a pedirle a Iván su adaptador. Iago parece que está mejor que ayer. Bajo a mi habitación para dejar cargando las pilas de la cámara mientras desayuno. No funciona. Subo de nuevo a la 1308. Iván me explica que hay que girar una ruleta ya que el adaptador tiene varias entradas y sólo hay una activa a la vez. “Y llevo cinco años de ingeniería”, comento. Vuelvo a bajar a la 1109 para dejar cargando las pilas mientras desayunamos. Carlos ya ha bajado. Nacho me está esperando.

Bajamos al buffet. Carlos está sentado con Javi, Sara y Ana. Sólo desayuna un té con Fortasec. Yo comparto mesa con Nacho. Desayuno mi habitual tazón de cereales. Decido comer también huevos revueltos con perro (caliente) y pomelo. Nacho se pone las botas. La resaca del puro parece haberle abierto el apetito. Terminamos de desayunar y subimos a la habitación a lavarnos los dientes y coger nuestras cosas. Hoy nos damos crema a conciencia. Bajamos a recepción a esperar al resto del grupo. No tardan en llegar. Decidimos ir a uno de los colegios que vimos ayer para dejar unos regalos que ha traído Jorge. Desde ese momento le asignamos el mote de Regalitos (a lo mejor no fue desde ese momento pero se me ha olvidado escribirlo antes). Nos dirigimos hacia el Paseo de Martí por el Malecón. Nos hacemos la primera foto con sol desde que llegamos a la isla.


Bajo el sol cubano

Continuamos caminando y enseguida llegamos al Paseo de Martí. No tardamos en encontrar las tres escuelas que vimos ayer ya que están juntas. Vemos a los niños en clase por las ventanas. No sabemos a cuál entrar. Mientras nos decidimos por una, una señora cubana de unos 70 años se nos acerca tambaleándose. ¿Está ebria a las 11:30? Se acerca a Jorge M. “Qué chico más lindo”, dice mientras se le acerca peligrosamente. Sin más, se aleja unos pasos, saca una petaca de Havana Club y le pega un gran lingotazo ante nuestra atónita mirada. Se marcha. Increíble.

Por fin nos decidimos por una de las escuelas. Entramos y preguntamos por el director o directora. Es directora. Sale a recibirnos a la puerta de la escuela y nos conduce a su despacho.


Despacho de la directora del colegio

Nos pregunta el motivo de la visita. Le explicamos que hemos traído regalos a los niños. Dice que le parece bien pero que puede ser un problema porque es probable que no haya regalos para todos y sería injusto dejar a algún niño sin regalos. Aún así los acepta. Ya encontrará el modo de repartirlos. Nos lleva a una clase para que conozcamos mejor la vida en la escuela en Cuba. Los niños que están en la clase tienen unos 10 años y parecen acostumbrados a las visitas pues no se sorprenden al recibirnos. La directora reparte un bolígrafo a cada uno. Uno de los niños parece haber cogido dos bolígrafos sin querer y devuelve uno a la directora. “Anda, igual que los niños de 10 años de España”, le comento a Jorge. “Igualito”, me responde. La directora nos lleva a ver otra clase de niños un poco más mayores. Nos cantan una canción que hace referencia a la Revolución. Parece que los tienen bien adoctrinados desde pequeños, así no se les desvía ninguno. Salimos de la clase y nos quedamos charlando un poco más en el patio con la directora acerca del sistema escolar cubano. Nos despedimos y volvemos a salir al Paseo de Martí. Javi desenfunda su guía y localiza en ella la catedral de La Habana. Le seguimos. Mientras callejeamos por la ciudad le saco una foto a un curioso cartel.


¿Quién no se toma en serio este cartel?

Ya hemos llegado a la catedral. La fachada da una plaza con una terraza. Algunos aprovechan para comprar postales e incluso enviarlas a España en una pequeña tienda de la plaza. Saben que probablemente nosotros llegaremos antes que las postales. Nos hacemos la foto oficial frente a la catedral.


Telecos en la catedral de La Habana

La Bodeguita del Medio (uno de los bares más famosos de La Habana) está muy cerca de la catedral así que vamos allí para tomar el que dicen que es el mejor mojito de La Habana. Subimos por una estrecha escalera al primero piso ya que la planta baja es un restaurante. Las paredes están llenas de firmas y de fotos de gente famosa.


Dejando a un lado las caras del Guía y del Líder, se pueden ver las paredes llenas de firmas y fotos

Entramos en una pequeña sala con una barra donde un camarero nos sirve una docena de mojitos. Parece que esta vez sí que estamos tomando el mejor mojito de La Habana (para mi, el mejor mojito que probamos en Cuba). ¡Ya puede ser el mejor mojito del mundo porque cuesta 4 CUC! Nos sentamos en una mesa de las que hay en la sala que aparece al fondo de la foto anterior. Entran tres cubanos con dos guitarras un par de maracas. Sin mediar palabra con ellos, empiezan a tocar y cantar. Son buenos. Cuando terminan se presentan: Los Hermanos Lores. Nos cuentan que tienen un disco en España, por si alguna vez lo vemos en alguna tienda. Nos cantan otro par de canciones. Diego, Jorge M. y Ana les compran un disco cada uno. Los demás les damos una propina. Se muestran muy agradecidos. Se despiden y se marchan a por otro grupo de turistas. Nosotros apuramos nuestro mojito y salimos a la calle.

Sara busca una tienda de lienzos que le han recomendado para comprar un cuadro del Malecón. No tardamos en encontrarlo. Enseguida entendemos por qué le han recomendado la tienda. Los lienzos son buenos y los de la tienda aseguran que son exclusivos pues los pintan ellos mismos. Se decide por un gran lienzo a óleo y en color del Malecón. Se lo envuelven “para regalo” separándolo de las tablas y enrollándolo dentro de un tubo de cartón. Continuamos nuestro paseo hacia la calle Obispo. Es una calle muy comercial, llena de tiendas y de guiris. Entramos en una especie de mercadillo que hay en la misma calle Obispo. En uno de los puestos vemos unas perchas de las que cuelgan unos pequeños trozos de cuero. Valen 10 CUC. Nos miramos sorprendidos y la señora del puesto ríe. “De ahí colgaban cintos mi amol, pero ya los hemos vendidos todos jijiji”. Diego compra una mini-maraca-llavero. El tercer instrumento que compra en La Habana. Seguimos caminando y hacia el final de la calle Obispo vemos un taller de reparación de gafas.


No es por nada pero el tío de la foto está cosiendo unos playeros, nada de espejuelos

Llegamos a la Floridita, otro de los bares más famosos de La Habana. Entramos para probar el mejor daiquirí de La Habana (el primero y el último que tomé en Cuba, así que fue el mejor). El aire acondicionado está a tope. Juntamos tres mesas y pedimos una docena de daiquirís. Nos ponen unos platos con plátano frito para picar (rico rico). Aprovechamos para hacernos unas fotos con la estatua de Hemingway, amante de los daiquirís de la Floridita.


Nacho, Hemingway y yo

Un grupo empieza a tocar y cantar junto a nosotros. Suena el “María Cristina me quiere gobernar”. Ya es una especie de himno, la oímos en cada sitio en el que estamos. Pedimos la cuenta. ¡6 CUC cada daiquirí! Normal que ya no probásemos más en toda Cuba aunque hay que reconocer que está más rico (y fresquito) que el mojito. Pagamos (¡ouch!) y salimos de la Floridita.

Tenemos hambre y buscamos un restaurante que nos han recomendado desde España, el Centro Asturiano. No debe estar lejos. Lo buscamos. Mientras lo hacemos volvemos a encontrarnos con la simpática anciana ebria que vimos por la mañana. Se ha bebido por lo menos otras tres petacas de Havana porque ya no puede hablar y apenas se tiene en pie. Preguntamos a un policía por el restaurante. Nos da indicaciones de cómo llegar. No tardamos en encontrarlo pero tenemos que esperar para entrar a comer porque parece que está lleno. Charlamos con el simpático empleado del restaurante que está en la puerta. Nos cuenta que tiene familia en España. Por fin nos toca (el empleado no, el turno para comer). Subimos unas escaleras y entramos al restaurante. Apenas hay luz ya que el local está iluminado con velas. Un hombre ameniza la comida tocando en directo un piano. Un camarero nos conduce a otra sala, más iluminada y sin música, al fondo del restaurante. Nos ponemos cómodos. Nos atiende un simpático camarero (después del mojito y el daiquirí todos parecen muy simpáticos). Nos entrega la carta. La verdad es que tienen de todo. Iván y Jorge se piden un plato de cada. Parece que el paseo les ha abierto el apetito (y tanto). Diego pide una ensalada. Parece que ha caído enfermo también. Los demás pedimos diferentes platos, sobre todo carne. La primera carne que como en días que no procede de un pollo. Mientras esperamos la comida, el simpático camarero nos sirve unos mojitos. La cosa se complica.

Uno no se puede morir de sed en La Habana

Nos traen la comida. ¡Vaya platos! A Carlos (Gandalf) y Ana les traen un plato con tres escalopes como tres paracaídas. A Sara y a mí nos traen unas “bolinches de res” (vamos, que nos trajeron unos filetes de ternera). Comemos sin prisa. Pedimos la cuenta y dejamos una propina. El camarero se queda un poco decepcionado porque no hemos dejado mucha propina. Que quiere, somos estudiantes. Salimos a la calle y nos vamos a ver una exposición de coches antiguos. Cuando llegamos, el museo ya está cerrado. Así que decidimos volver al hotel. Vamos a ir de cabeza a la piscina. No hay quien aguante este calor. De camino paramos en un par de librerías porque Iván está buscando un libro de cocina para su hermana. No le convence ninguno porque no tienen imágenes así que continuamos dando un agradable paseo de vuelta al hotel.

Me encanta esta foto (la hizo Javi)

Cuando llegamos al Malecón vemos como un hombre empuja un coche porque no le arranca. ¡Qué bárbaro! El tío empuja el coche durante medio Malecón. Finalmente un grupo de cubanos se le acerca para echarle una mano.

Hemos llegado al hotel. Carlos, Nacho y yo hacemos nuestra habitual visita a la tienda del hotel para comprar una botella de Santiago y otra de Tukola. Subimos a ponernos el bañador a la habitación. Las camareras (las chicas que hacen la habitación en el hotel) no han hecho formas con las toallas.


Barquito y olas en la cama de Nacho

Bajamos a la piscina y nos reunimos con el resto de los telecos. Iván y Carlos (Madejón) se tiran sin pensárselo dos veces. Por las caras que ponen el agua no está muy caliente que digamos. Se les une Iago. Finalmente me animo yo también. “Arrrrrrrrrrrrrrrrrrrrg. Ah, pues no está tan fría”, digo. Como ya es de noche, nos dan las luces la piscina. Nadamos como sirenas durante un rato hasta que nuestra temperatura corporal desciende hasta el mínimo soportable. Salimos y nos secamos. Nos quedamos un rato hablando en la piscina. La gente se sube a la habitación a cambiarse. Carlos (Tacto), Nacho y yo bajamos la botella de Santiago y mi baraja de póker a la piscina. Jugamos a un juego que nos explica Nacho. Es fácil. Tienes que predecir si la siguiente carta es roja o negra, luego si es mayor o menor, si está dentro o fuera del rango de las dos anteriores y, finalmente, el palo. Llevamos buen ritmo. Empieza a hacer un poco de frío así que subimos a la habitación. Allí seguimos jugando al mismo juego. Como empieza a parecerme monótono hago alguna que otra trampa. Que divertido es acertar siempre. Nacho empieza a pagar las consecuencias de mis trampas. Cuando queremos darnos cuenta nos hemos terminado una botella más. Aún es pronto y como no tenemos nada que hacer subimos a la 1309, donde está el resto del grupo jugando un comemierda. Se masca la tensión en el ambiente. Suena “Yves Larock – Rise up” en el móvil de Carlos. “Me la tienes que pasar”, le digo. No sabíamos que consecuencias iba a tener aquella frase (lo entenderéis cuando leáis las entradas de los días en Varadero). Parece que también han estado bebiendo ron (Caney), sobre todo Carlos. ¡Mierda! Me había olvidado por completo de que hoy teníamos una barra abierta (barra libre) en el hotel. Jugamos un par de partidas más al comemierda y decidimos ir a cenar. Como no coma algo esto puede acabar mal.

Antes de ir a cenar, Carlos, Nacho, Javi y yo bajamos a tomar la primera a la barra abierta. La entrada son 6 CUC (a ver quien ha estado en alguna barra libre alguna vez por 4€). Tomamos una piña colada. Le pregunto la hora a Carlos que mira su reloj y empieza a tocar botones. “Vaya reloj de mierda, nos vamos y no aprendo a usarlo”, comenta. Subimos a la recepción del hotel. Nacho se queda en la barra abierta. Vamos a cenar (Javi, Iago, Sara, Ana, Carlos y yo) a la terraza en la que estuvimos tomando el mojito ayer por la noche. Comemos perros y sándwiches de jamón y queso, acompañados de unas Bucanero bien fresquitas. Nos despedimos de nuestro amigo el camarero y volvemos a la barra abierta. Hay muy buen ambiente, la mayor parte de la gente es de nuestro grupo (telecos y profes). Un ruso (al que, por cierto, no vi pero me lo han contado) es la sensación de la pista de baile. La piña colada se acaba así que todos nos pasamos al cubalibre. Están poniendo la misma música que la primera noche. Empezamos a desfasar con el “Freed from desire”.


Javi y Carlos desfasando

Como no hemos venido a Cuba a escuchar house, me acerco al deejay (Dj Alex). Le pido un poco de música local, salsa por ejemplo. “Ok, helmano”. Dicho y hecho. Aprovecho para pedirle a Carlos que me enseñe unas nociones de salsa (es un superprofesional). Mientras estamos en ello se nos acerca un cubano, nos mira y se pone a bailar. Baila de lujo. Nos hace el briquindans y el maiquelyason. Le dice a Carlos que le enseñe lo que sabe hacer. Carlos da también una exhibición. Hace mi paso favorito (el de tocarse los talones). El cubano le aplaude y se queda bailando con nosotros. Es un tipo majete (si a las cinco de la tarde ya eran simpáticos, a las dos de la madrugada y después de una botella de Santiago y una barra abierta ni os cuento). La barra termina a las 2:30. Salimos a la puerta del hotel. ¿Quién se va ahora a dormir? Mientras estoy fuera del hotel con Carlos, se nos vuelve a acercar el cubano bailarín. Nos dice que quiere venir a España a sacar un disco porque también es cantante y que su cantante favorito es David Bisbal. Improvisa unas cuantas canciones con la música de Bisbal: “Estamos aquí en el Malecón uuuh aaah y yo Carlos te improviso uuuh aaah”. La verdad es que baila mejor que canta. No sé cómo pero Carlos termina regalándole su reloj. No sé quién de los dos sale ganando porque las encendidas de Carlos con su reloj en La Habana han sido épicas (y eso que era digital). El cubano bailarín se ofrece a llevarnos a un bar que aún está abierto. No nos inspira mucha confianza pero como no tenemos otro plan le seguimos. Llegamos enseguida al bar. Al entrar, la poca confianza que teníamos se esfuma del todo. No sé porqué pero tengo la sensación de que nos van a estafar de alguna manera. Un reducido grupo de gente, entre los que estamos Carlos y yo, nos marchamos de vuelta al Deauville. Parece que se está organizando una fiesta en la habitación 302. Cuando subimos apenas hay gente pero en menos de diez minutos aparecen unas veinte personas. Entre ellos, Nacho, Iago, Javi, Jorge M., Sara y Ana. En vista del panorama, y de que no iba a tardar en aparecer alguien a echarnos la bronca por armar tanto escándalo, me voy con Sara, Ana y Jorge M. a la habitación de las chicas. Tienen una botella de Havana Club así que podemos seguir la fiesta allí. Subo un momento a mi habitación a por dos vasos (sería la última vez que los vería) y la Tukola light que sobró de ayer. Vuelvo a la habitación con Ana, Sara y Jorge M. Allí jugamos a un juego parecido al que estuvimos jugando por la tarde en la piscina, de cuyas reglas, no me acuerdo. Al cabo de un rato, y casi sin enterarnos, terminamos con la botella entre los cuatro. Llaman a la puerta de la habitación. Son Iago y Carlos. Nos cuentan que un empleado de seguridad del hotel los echó de la 302 y todo el mundo bajó al Malecón.


Algunos siguieron la fiesta en el Malecón

Soy consciente de que si me voy a la cama es posible que no me levante hasta el martes así que decido seguir danzando por ahí con Iago y Carlos. Subimos primero a mi habitación a ver si está Nacho (al que le perdí la pista al salir de la 302). No ha llegado. “Había bebido bastante. Espero que no aparezca mañana flotando en el Malecón”, comentamos entre risas. Carlos (Gandalf) está dormido. Aprovechamos la hierbabuena de lo que en su momento fue un mojito para sacarle una foto a lo Paco Porras.


El que sujeta la hierbabuena no soy yo...

Carlos se despierta. “Sois unos cabronazos”. Y qué razón tiene. Le pregunto a Carlos (Madejón) la hora. Había olvidado que no tiene reloj. Miro la hora de mi móvil. Las 6:30. Salimos de la habitación para dejar dormir un rato más al otro Carlos. Oímos como suben y bajan los ascensores. Alguien está paseando por el hotel. Como no tenemos nada mejor que hacer, intentamos averiguar quién es, utilizando las escaleras. Bajamos a la 5. Subimos a la 13. Bajamos al lobby. Subimos a la 7. Bajamos a la 3. Subimos a la 6. Nos cansamos. El sol está empezando a salir. Decidimos bajar al Malecón a ver amanecer y a esperar la hora del desayuno. Carlos lleva su móvil así que ponemos un poco de música para hacer más llevadera la espera.

Amaneciendo en el Malecón con Iago y Carlos

Mientras estamos en el Malecón, un cubano se nos acerca. Nos ofrece tres monedas del Ché por 1 CUC. No damos crédito de nuestra suerte. “Sabemos que cuestan mucho menos, pero no están mal de precio. Es lo que hemos pagado por ellas ya”, le comento. Me llevo tres monedas. Iago también quiere pero el cubano no tiene más. Dice que esperemos, que volverá. Son las 7:00. El buffet del hotel acaba de abrir… (continuará)

4 comentarios:

Unknown dijo...

Creo recordar que esa noche ibamos Iván y yo a ver la "Oficina de intereses americanos en Cuba" o la embajada (xD)

Volvimos a casa con sentimientos encontrados. Nos cruzamos con unas jineteras en la acera más oscura del tramo más oscuro del malecón, y no nos dijeron absolutamente nada... xD

Nacho dijo...

Esto ya si que va mejorando :)

Alberto Sánchez :: dijo...

Por cierto. Volviendo a leer la entrada me he dado cuenta de que se me ha pasado un detalle (seguro que han sido más, pero éste es curioso). Mientras paseábamos por la calle Obispo vimos varios puestos de bocadillos con el pan AMARILLO. De lo más apetecibles. Jorge e Iván casi compran uno pero al final se lo pensaron dos veces. No sé si al final llegaron a comprar la pizza de "nada" que vendían enfrente del puesto de bocadillos...

Anónimo dijo...

Bonito sombrero el de Iago en la última foto xDDD