lunes, 24 de marzo de 2008

Domingo 9 de marzo: visita a pie por La Habana o el día que temimos por nuestra vida

Pipipipii pipipipii. El despertador de mi móvil vuelve a sonar a las 9:00. Contra todo pronóstico, no tenemos resaca. Bien. El día vuelve a amenazar con romper a llover. Parece que el sol no quiere salir nunca en este país. Nos damos una ducha. Carlos no encuentra la tarjeta de la habitación. Vaya. Le acompaño a recepción a por otra. En recepción nos hacen tres tarjetas nuevas, por seguridad. No queremos que ningún malote entre en la habitación mientras dormimos. Le preguntamos a la señorita de recepción cuando va a salir el sol. Nos dice que ahora mismo ha entrado un frente frío en la isla pero que mañana saldrá el sol. Subimos de nuevo a la habitación, no muy convencidos con la predicción meteorológica de la recepcionista. Recogemos a Nacho y bajamos a desayunar. Hoy no tengo tanta hambre como para desayunar lo mismo que ayer así que tomo un par de tazones de leche con cereales. Mientras desayunamos, Diego nos cuenta que Iago ha sido la primera baja en combate. Parece que está bastante fastidiado del estomago. Encuentro a unas chicas de Magisterio en la recepción del hotel, esperando al ascensor. Parece que tienen suero oral, sabor naranja. Las acompaño a la habitación para coger el suero. Su habitación es una de las dobles que queríamos coger cuando llegamos al hotel. ¡Menos mal que al final cogimos una triple! ¡La habitación doble tiene una minúscula ventana que da a un patio interior de medio metro cuadrado! Bajo de nuevo a la recepción y allí encuentro a Iago, que está esperando a unos conocidos cubanos para darles medicamentos y más cosas. Le doy el suero y subo a la 1109 a por mis cosas y a recoger a Nacho y Carlos. Ya estamos listos. Cuando vamos a salir de la habitación descubrimos una cortina en la pared. ¡Hay otra ventana en la habitación! La abrimos. Da a un patio muy oscuro. Da algo de miedo. La cerramos y decidimos no volver a abrirla nunca más.

Nos reunimos con el resto de compañeros en la puerta del hotel. Hoy vamos a explorar La Habana con la ayuda de la guía que Javi ha traído de la biblioteca. Desde ese momento le asignamos el mote de Guía. Salimos del Deauville y giramos a la izquierda, por la calle San Lázaro. Las casas están muy deterioradas por fuera. Vemos bastantes aparcamientos privados o parqueos.


Parking privado 24 horas

Enseguida llegamos al Paseo de Martí (José Martí, todo un referente en las esculturas y bustos de La Habana), que conecta el Malecón con el Capitolio. Vemos varias escuelas. Tomamos nota para volver otro día y darles regalos a los niños. Alguien comenta que todos vamos con la botella de agua de la mano. Nos hacemos una foto para que nuestras mamás vean que somos unos niños sanos. Seguimos caminando y el Guía nos hace una seña para que le sigamos hacia la izquierda. Enseguida llegamos al Museo de la Revolución. Entramos con la idea de visitarlo pero como está en reformas decidimos no hacerlo. Rodeamos el museo y nos dirigimos al Capitolio. Por el camino alguien comenta que algo extraño pasa con los semáforos. ¡Carajo, están al otro lado de los cruces! ¡Están locos estos cubanos! Tomo nota mental: tengo que preguntarle a algún taxista el porqué de la colocación de los semáforos. Continuamos y no tardamos en llegar al Parque Central. Una estatua de José Martí (cómo no) se alza en el centro del parque. Mientras hacemos algunas fotos, un cubano con una tarjeta de acreditación (no sé de dónde, no llegué a fijarme) en la camisa se nos acerca. Dice que no viene a pedirnos propinas. Dice que no viene a engañarnos. Dice que sólo viene a ofrecernos un paseo en coche hasta el Buena Vista Social Club® para tomar “el mejor mojito” de La Habana. Siempre nos ofrecen “el mejor mojito”. Le respondemos que tenemos otros planes. Hoy toca visita cultura. Ya habrá tiempo para mojitos (y ciertamente lo hubo, pero otro día). El hombre insiste en llevarnos al Buena Vista Social Club®. Le volvemos a dar un no, que esta vez parece aceptar como definitivo. Cruzamos el Parque Central, directos hacia el Capitolio. Estamos a punto de abandonar el parque cuando aparece el hombre de la acreditación delante de nosotros. ¡Como lo ha hecho! Antes de que podamos preguntarle, nos ofrece ir a tomar unos mojitos al Buena Vista Social Club®. Empieza a resultar un poco molesto. Aparece un segundo hombre y nos pide unas monedas. El primero le recrimina al segundo que él ha llegado antes, que somos sus clientes. El segundo le responde que sólo quiere estafarnos. Mientras discuten aprovechamos para huir.

Llegamos al Capitolio. El edificio es una réplica del norteamericano. Actualmente no se usa y se puede visitar, previo pago de 3 CUC. Decidimos entrar más tarde. El Guía tiene prisa por llevarnos a no sé qué sitio. Él tiene la guía de la ciudad. Él manda. Nos hacemos una foto antes de irnos.


Telecos en el Capitolio de La Habana

Nos internamos hacía el corazón de La Habana, directos al barrio chino. Cabe señalar que únicamente vimos a una persona con rasgos asiáticos durante todo el tiempo que estuvimos en el barrio chino. Recorremos un par de calles muy comerciales, repletas de restaurantes. En la puerta de todos los restaurantes por los que pasamos, un empleado del restaurante nos para y nos vende el menú del día. Sólo son las 12:00, aún no tenemos hambre. De todos modos hace falta tener mucho hambre para comer en alguno de esos restaurantes (lo siento, pero la comida asiática no va conmigo).

Abandonamos el barrio chino y salimos a una avenida bastante deteriorada. Carlos ve unos graffitis en una pared y saca unas fotos. Yo hago una foto de unos timbres en un portal, curiosa cuanto menos.


Timbres cubanos

La calle parece estar cortada por precaución debido a una zanja.


Calle zanja

Seguimos caminando por la ciudad detrás del Guía. Nos dirigimos a Centro-Habana. Vemos un camión de la basura vaciar contenedores. En el camión podemos leer la inscripción “Ayuntamiento de Sevilla”.


Camión de la basura del Ayuntamiento de Sevilla

¡Qué curioso! En los contenedores reza la inscripción “Ayuntamiento de Murcia”. Los autobuses son de Barcelona y Bilbao. Parece que España manda lo que le sobra para Cuba (seguro que los cubanos están más que agradecidos). Buscamos un autobús rojo de Pucela, pero no hay suerte. El Guía nos conduce hacia el callejón Hamel, un centro de adoración de santería. Se trata de una calle muy estrecha con las paredes llenas de murales de mil colores y mensajes como: “La envidia es la peor de todas las brujerías” o “La vida es un paso, la muerte una carrera”.

En el callejón Hamel (la foto no es mia, es de Antje, de Panoramio.com)

Jorge se entretiene a hablar con un grupo de gente a los que entrega regalos. En el centro del callejón un grupo de personas toca, canta y baila música étnica. Aprovechamos para sentarnos en una especie de bañeras dispuestas a modo de bancos para hacer un descanso. Reanudamos la marcha unos minutos después. Llegamos a la calle Hospital y no sabemos qué dirección tomar para llegar al Malecón. Como el sol sigue oculto entre las nubes, tratamos de orientarnos con el plano de la guía. Decidimos girar hacia la izquierda (error). Avanzamos durante unos metros. Llegamos a una plaza. Nos damos cuenta de nuestro error y decidimos volver sobre nuestros pasos. Mientras, Jorge se funde en unos cariños abrazos con un cubano (ebrio) que pasa por el lugar.

¡Viva el comandante!

Mientras tratamos de orientarnos vemos como Jorge M. se queda embelesado mirando una verja. “Tres meses”, comenta. Le miramos, extrañados. “Sí hombre, tres meses se tarda en hacerla. Es que mi abuelo era el herrero del pueblo”. Desde ese momento le asignamos el mote de Verjas. Iván saca una foto a un coche (creo recordar que era un Ford). Los dueños del coche salen de la casa que está frente al coche. Nos explican que lo tienen desde 1949 y que funciona como el primer día (depués de alguna que otra reparación).

Continuamos callejeando hasta que llegamos a una plaza, con el Malecón al fondo. Iago entra en una librería y compra un “Diario del Ché en Bolivia”, primera edición, y a buen precio. Le comento a Diego, malintencionadamente, que a él le costó más ayer y además no era una primera edición. Me lanza una mirada de esas que matan (pero con cariño). Cruzamos la plaza y una simpática mujer cubana se acerca y nos indica donde podemos encontrar un paladar (casa cubana en la que se ofrecen comidas). Aun no tenemos hambre pero recordamos la situación del paladar para volver a comer. Javi consulta una vez más la guía. Estamos cerca de la Universidad de La Habana. Vamos pues a visitarla. Comenzamos el ascenso por una calle que desemboca directamente en la gran escalinata de la Universidad. La verdad es que los universitarios de La Habana tienen que estar en forma después de subir tanta escalera.

Escaleras de la Universidad de La Habana. Alguno tuvo que parar a coger aire para llegar arriba.

Subimos las escaleras. Damos un paseo por el campus. Es muy grande. Nos hacemos una foto subidos en la tanqueta que hay en la plaza central del campus. Ahora sí que tenemos hambre. Decidimos ir al paladar que nos comentó la simpática señora. Comenzamos el descenso por las escaleras de la Universidad. Jorge se tuerce el tobillo varias veces. Paramos a descansar un momento. No queremos tener un tercer mosquetero lesionado (aunque Iván y Carlos ya están funcionando al 95%). Bajamos por la misma calle por la que subimos a la Universidad, directos al paladar. Cuando estamos a punto de llegar, un individuo (cubano) nos ofrece comer barato (por 6 CUC) y además incluyendo un líquido (la bebida) en un restaurante cercano. Amablemente, le decimos que no, qué queremos probar la comida en un paladar. El individuo insiste pero volvemos a rechazar su oferta. Continuamos hacia el paladar. El individuo nos sigue y no para de repetir su oferta. Le ignoramos. Al llegar al paladar, sale a recibirnos el cocinero, vestido con una camiseta del Fórum Valladolid. ¡Qué pequeño es el mundo! Nos dice que el paladar no tiene capacidad para doce personas pero que un compañero suyo nos va a llevar a otro paladar cercano. Aparece el compañero del cocinero. Entonces, el individuo (pesado como nadie) increpa al compañero diciendo que nosotros éramos sus clientes. Hay gritos. Nosotros tratamos de tomar parte en la discusión a favor del compañero. Entonces los dos cubanos nos explican que no pasa nada, que es normal que discutan por el pan que tienen que llevar a sus hijos. El individuo pregunta quién es el líder del grupo. Todos señalamos a Diego. Desde ese momento le asignamos el mote de Líder. El individuo vuelve a explicar al Líder la oferta y el Líder responde que no. “Te estás poniendo un poco cabrón”, dice el individuo. Diego le pregunta que por qué le insulta y decide no volver a abrir la boca. Entonces, por insistencia, decidimos seguir al individuo hasta el restaurante. El ayudante se marcha. Por el camino, el individuo sigue comentándonos la oferta de la comida por 6 CUC, incluyendo un líquido. Es realmente pesado. Qué necesidad tiene de repetirlo si ya le estamos siguiendo. Llegamos al restaurante. Es pequeño pero entramos doce personas. Alguien comenta que, sólo por lo pesado y desagradable que ha sido el individuo, deberíamos irnos. Dicho y hecho. El individuo sale detrás de nosotros. Trata de convencernos pero nadie le hace caso. Se rinde y da media vuelta. A ver donde comemos ahora por 6 CUC y que incluya un líquido… Volvemos a encontrarnos con el compañero del cocinero del paladar. Le explicamos lo que ha ocurrido. Nos lleva a otro paladar. El sitio es acogedor aunque hace frío porque el aire acondicionado está a toda pastilla. Nos explican los menús y los precios. No es barato (entre 12 y 15 CUC, sin incluir el líquido) pero son las 14:00 y tenemos hambre. Nos quedamos a comer. Todos comemos pollo y cerdo, preparados de diferentes modos (a la campechana, a la hawaiana, etc) con arroz y frijoles. Iago está todavía apurando su suero oral así que, por precaución, decide no comer. Mientras lo hacemos los demás, nos ameniza la comida con una lectura de su recién adquirido “Diario del Ché en Bolivia”.

Como se ve en la foto, Iago estuvo cerca de la muerte

Terminamos de comer y pagamos. El dueño del paladar decide obsequiarnos con un puro (más tarde descubrimos que el motivo del regalo fue que no le dejamos propina). Salimos del paladar. Acaban de cerrar los colegios electorales en España y nadie tiene noticias. Javi manda un mensaje a casa para preguntar. Decidimos continuar nuestra visita y dirigirnos hacia la Plaza de la Revolución. Nos orientamos con la guía del Guía. Está algo lejos así que empezamos a caminar. Caminamos y caminamos. Llegamos a la estación de autobuses, cerca de la Plaza de la Revolución. Un cubano nos para y nos pide fuego. Ana viene por detrás así que nadie lleva mechero encima. Nos pregunta que si somos de España. Nos cuenta que tiene una novia en España y que ahora va a mandarla un email (estamos frente a un locutorio). Nos pregunta que si hemos visto la estatua de John Lennon. Le respondemos que no. Nos dice que le esperemos dentro de media hora en el Teatro Nacional, que ha quedado con su novia cubana que vive cerca de la estatua de John Lennon y que nos acompaña. Le respondemos con un sí. Se marcha. Mientras nos alejamos nos miramos los unos a los otros y no hace falta que nadie diga nada. No vamos a ir. Con la experiencia del maletero tuvimos suficiente. No nos fiamos ni de nuestra propia sombra cubana.

Seguimos nuestro camino hacia la Plaza de la Revolución. Ya la vemos al fondo. Una pelea de perros en mitad de la carretera nos sobresalta. Un perro con camisa ha mordido a otro perro gris y sin pelo. El perro con camisa vuelve a la acera, triunfal pero antes de que llegue, un coche le da un pequeño toque. El perro con camisa ni se inmuta. Es un perro duro, muy duro.

El perro con camisa

El perro con camisa se aleja. El perro gris sin pelo parece seguirnos. Sí, nos está siguiendo. La verdad es que su aspecto es lamentable. Diego comenta que si algún mosquito pica a ese perro, lo más seguro es que el mosquito se contagie de dengue. Le respondo que ese perro no tiene dengue, es “el dengue”. Desde ese momento le asignamos el mote de Dengue. Llegamos a la Plaza de la Revolución acompañados por Dengue. Intentamos subir al monumento del Memorial (a José Martí, quién sino) pero un militar nos hace señas inequívocas de que no lo hagamos. Decidimos no hacerlo. Continuamos nuestra visita hacia el cementerio de La Habana. La guía del Guía afirma que es uno de los más grandes y bonitos de Sudamérica. Vamos allá. A los pocos pasos, un niño se acerca a pedirnos caramelos, bolis, dinero, etc. Jorge le da un boli. El niño se une a la expedición y decide ayudarnos a llegar al cementerio. Torcemos a la izquierda, por un barrio más bien poco turístico. Dengue aún nos sigue. Parece que le agrada nuestra compañía. Las calles por las que nos guía el niño están todavía más deterioradas que el resto de La Habana. Nos internamos cada vez más en el siniestro barrio. Varios grupos de cubanos nos miran con recelo. Parece que no están muy acostumbrados a la presencia de turistas por su zona. “Hemos llegado”, dice el niño. Y tiene razón. Estamos junto a una de las puertas laterales del cementerio pero ésta está cerrada. Nos detenemos un segundo a pensar en nuestra situación: un niño y un perro llamado Dengue nos han guiado hasta la puerta lateral de un cementerio por un barrio nada turístico donde la gente no para de echarnos extrañas miradas. Y para colmo queda poco para que anochezca. El niño dice que esperemos, que va a buscar a alguien. Por un momento tememos por nuestra vida. El niño va a venir con sus primos cubanos de Zumosol Ciego Montero y nos van a dar para el pelo. Dengue parece indiferente y espera sentando a que el niño vuelva (no exactamente sentado ya que no llega a tocar el suelo). A los pocos minutos aparece el niño con un hombre cubano. El hombre dice que le sigamos. Lo hacemos. Alguien señala a otro hombre que empuña un gran machete de los que se usan para partir cocos. Mierda. No nos separamos de nuestro nuevo guía. Parece un tipo agradable. “2-1”, me comenta. “El Real Madrid ha perdido”. Me sorprendo. ¿Cómo se ha enterada del resultado del Madrid si sólo hace media hora que ha terminado? “Con la Roma”. ¡Ah! Me cuenta que se reúne con unos compañeros en un bar para ver los partidos de Champions. Es seguidor del Barsa y fan de Messi. Durante el camino al cementerio seguimos hablando de fútbol. Le pregunto por la vida en La Habana. Me cuenta que no gana mucho dinero pero que es suficiente para vivir. Dice que Raúl (Castro) les va a subir el sueldo. Me pregunta por mi edad. 22. “Eres un crío. Te voy a dar un consejo. No te metas en peleas y procura hacer tu vida al margen de guerras absurdas”. Me está hablando de la Revolución.

Por fin llegamos al cementerio. Encontramos un par de gallos decapitados en la puerta. Algún rito de santería. Le damos mil gracias a nuestro improvisado guía (además de una generosa propina, él se la ha ganado). Pagamos 2 CUC de entrada al cementerio. El guardia nos dice que no tardemos, que están a punto de cerrar. Diego le quita la guía a Javi y nos hace una visita guiada “en cubano” (con acento cubano).



Continuamos caminando por el cementerio. Javi encuentra un seto con un asombroso parecido al encapsulado de un LED. Iván encuentra algo aún más curioso: el mausoleo del Sindicato Nacional de Trabajadores de Telecomunicaciones. Como buenos telecos, nos hacemos una foto de grupo.

Telecos y al fondo el mausoleo del Sindicato Nacional de Trabajadores de Telecomunicaciones

Junto al mausoleo encontramos una tumba abierta y repleta de huesos (no creo que sea de buen gusto que adjunte la foto). Un hombre nos sigue. Creo que nos está lanzando la indirecta de que quieren cerrar el cementerio y que tenemos que ir terminando. No discutimos con él. Estamos hechos polvo de tanto andar y empieza a oscurecer. Antes de irnos visitamos la famosa tumba de la Milagrosa. Tiene flores frescas.

Suficiente visita por hoy. Son las 18:00 y está anocheciendo. Cogemos unos taxis para volver al hotel. De nuevo vuelvo a compartir taxi con Carlos (Gandalf), Javi y Nacho. Recuerdo la nota mental que tome por la mañana y le pregunto al taxista que pasa con los semáforos, por qué están al otro lado de los cruces. El taxista responde que ni el mismo lo sabe, que no tiene ningún sentido. Comenta que muchos turistas le hacen esa pregunta y que a los extranjeros que conducen por La Habana les cuesta adaptarse a los semáforos cubanos.

Llegamos al hotel. Carlos, Nacho y yo pasamos por la tienda junto al hotel antes de subir a la 1109 para comprar una botella de ron. Si ayer probamos el Santiago, hoy toca el Caney. Como no tienen Tukola de dos litros, compramos una botella de Tukola Light. Subimos a la habitación. Encendemos la tele y sintonizamos TVE internacional. Aún no sabemos nada de las elecciones. Y parece que no nos van a decir mucho en TVE porque están dando un documental de anatomía forense. Nos servimos unas copas y nos encendemos los puros que nos regalaron en la comida (Carlos no lo enciende, sólo posa con él). La situación pide una foto a gritos.


Una pena que no se vea La Habana de fondo por la ventana

Alguien llama a la puerta. Es Javi. Comienza el telediario en TVE. Reelección de ZP. Brindamos los cuatro. Recibo un sms de mi madre confirmándome el resultado electoral. Saco un paquete de lomo que traía envasado al vacío en la maleta. Nos servimos alguna copa más (acabamos la botella). Nacho termina su puro. Yo no puedo con él. Empiezo a marearme. “Este puro está en mal estado”, comento mientras caigo en la cama. Nacho ríe. “Eres una nena. Me voy a terminar tu puro”, comenta. Yo sigo muy mareado. Nacho le pega un par de caladas a mi puro y tiene que apagarlo. “Pues si que está en mal estado…”. Y vaya que si lo estaba. Nacho también cae.


¿Quién es la nena ahora?

Me doy una ducha para despejarme. Parece que funciona, ya lo veo todo algo más claro. Llama Javi al teléfono (no me había dado cuenta hasta entonces de que se había marchado de la habitación). Hemos quedado en media hora en la recepción para ir a cenar. Espabilo a Nacho y a Carlos, al que también parece haberle afectado el Caney. Se dan una ducha para despejarse y bajamos a reunirnos con el resto de gente a la recepción. Decidimos ir a cenar cerca. En el mismo Malecón, y no muy lejos del Deauville, encontramos un local donde sirven comida rápida. Cenamos hamburguesas y perros (calientes). Cuando nos marchamos, Sara y Ana compran un paquete de chicle. Saben a flúor. Están realmente asquerosos. Estamos derrotados del paseo que hemos dado durante el día. Algunos se retiran al hotel pero Carlos (Madejón), Javi, Sara, Ana, Nacho y yo decidimos ir a tomar un mojito a la terraza en la que Nacho y yo compramos el agua y las cervezas la noche en que llegamos. Está abierta pero no hay clientes. Nos sentamos justo en el momento que empieza a llover. No pasa nada, estamos protegidos con un toldo. Un camarero muy simpático se acerca a servirnos cinco mojitos y un cubalibre. Como no tiene nada más que hacer se queda hablando con nosotros. Mantenemos una agradable charla con él. Nos habla de la verdadera situación de la isla, de cómo la gente se muestra indiferente a la revolución, de las cosas que tienen que hacer los cubanos para sobrevivir. Decidimos tomarnos otra ronda allí. Disfrutamos de la compañía del simpático camarero. Pero el cansancio se apodera por completo de nosotros. Apenas podemos mantener los ojos abiertos. Nacho se duerme y el camarero decide invitarle a un trago cubano (un vaso de ron blanco a palo seco) para animarle. Se lo toma. Decidimos que ya ha sido suficiente por hoy. Pagamos y dejamos una generosa propina al camarero. Volveremos por esa terraza.

Cada uno vuelve a su habitación del hotel. No tardamos en dormirnos, de nuevo bajo el ruido de la lluvia.

9 comentarios:

Mary Helen dijo...

Oaaaa!
Jo Alber, nadie cuenta las historias como tu! Y pensar q nuestro viaje de finde-carrera iba a ser a Cuba y al final no fuimos... Yo tmb me he aficionado al "Diario de unos pucelanos en Cuba", asi q no dejes de escribir q tienes un pekeño sekito q te lee.
Bss

MAD

Anónimo dijo...

Sólo tengo que decir en mi defensa que el Diario del Che en Bolivia no me costó más que a Iago...

...


me costó lo mismo ¬¬

De hecho, en la librería que lo compró, la edición que tenía yo era más cara ¬¬


Sólo eso xDDD

Alberto Sánchez :: dijo...

¡Qué guay! Por lo menos me leeis cinco o seis así que tendré que terminar el diario :)

La próxima entrada es la del día de la barra abierta (o el día que no dormimos nada). Promete.

Diego, te costó lo mismo, pero el tuyo no era una primera edición, ahí queda eso. No te preocupes porque fuimos a los que menos nos estafó el maletero xD

Unknown dijo...

Somos unos cuantos, sí...

Me pregunto cómo leches te acuerdas de todo ;)

La experiencia con el hombrecillo que me agarraba y me daba besos ha sido de las mejores del viaje. En ningún otro momento me sentí tan querido como entonces. Lo único... el tío ese me dijo que le hiciéramos una foto, que iba a salir en primera página al día siguiente cuando apareciese en los periódicos que Fidel había muerto. Alguno tiene el Granma? :/

Las 5 cucas que os tangó el maletero eran a cada uno o a repartir? xD

Alberto Sánchez :: dijo...

Memoria fotográfica (aunque normalmente suelo tener memoria de pez, será que me lo pase muy bien en el viaje).

¡Viva Fidel! (pero muerto). No lo he puesto en el blog por si lo leía alguien partidario de la revolución :P

Pues fueron 10 cucas entre los dos, 5 cucas por barba. Nos estafaron, pero menos.

Anónimo dijo...

Na... creo que nos timaron lo mismo que al resto... Al único que fueron 10 CUC fue al verjas...

Exijo un agradecimiento en este blog por pasarte cada día las fotos con todo mi amor xDD
Ya faltan sólo las de Nacho y puedo ponerme a renombrar todas... Sin ellas ya hay 1250 fotos o así... pero seleccionaré, porque por ejemplo hay 20 iguales del Capitolio xDDD

Anónimo dijo...

albertoooooo!!de verdad,da gusto leer esto,y no sabes cuanto...
aunk no estuvierams las 24 horas cn vosotros me hace retroceder en el tiempo y acordarme de cosas,de detalles que a lo mejor los tengo más distendidos....

eres un crack!!!

Nacho dijo...

Cabrones! este blog lo has hecho para ensegnarme todo lo que me he perdido xD.

Me alegro de que lo hayais pasado tan bien. Seguire leyendo el resto del viaje.

Enhorabuena por el blog. Un besito

Alberto Sánchez :: dijo...

¡Pues si en todo lo que llevamos de blog no ha pasado nada interesante! :P

Otro lector más, así da gusto escribir :)