martes, 15 de abril de 2008

Ahora sí que sí, el blog ya tiene dominio .es

Por fin han aprobado la solicitud. El blog se mueve de forma definitiva e indefinida a:

http://tresjorobas.es

Nos vemos allí :)

lunes, 7 de abril de 2008

Cambio temporal de dirección

A la espera de que me concedan el dominio .es voy a mover el blog de forma temporal a:

http://dizk.info

El diseño es mucho más limpio y se puede leer mucho mejor. Podéis seguir nuestras andanzas cubanas allí :)

miércoles, 2 de abril de 2008

Martes 11 de marzo: el día de la visita a Pinar del Río o que se siente tras 36 horas sin dormir

Hoy no suena el pipipipii pipipipii de mi móvil para despertarme, estoy bastante despierto después de amanecer en el Malecón. Iago, Carlos y yo nos quitamos las legañas antes de entrar al buffet del Deauville. No hay nadie desayunando aun porque acaban de abrir. Nos hacemos con una mesa. Yo desayuno mi habitual tazón de leche con chococereales y un zumito juguito (tang) de naranja. No tenemos sueño pero somos conscientes de que las vamos a pasar canutas en la excursión a Viñales. Terminamos de desayunar. El cubano que me vendió las monedas del Ché está esperando a Iago en la puerta del hotel con un nuevo cargamento de monedas. Yo aprovecho para subir a mi habitación y darme una ducha. Cuando llego, Carlos se está levantando y Nacho aun no ha llegado. No pasa nada, tampoco ha aparecido flotando en el Malecón, estará durmiendo en algún pasillo del hotel. La ducha me da la energía rápida que necesito, al menos para mantenerme en pie durante la siguiente media hora. Cuando salgo, Nacho entra en la habitación. “¡Te parece bonito llegar a estas horas!”, le digo. Me siento como su madre por unos momentos. Nos cuenta que ha pasado la noche en no sé qué habitación con no sé quiénes personas (creo que con Cris y Pablo). Mientras Carlos y Nacho se duchan y desayunan, yo bajo a la recepción con mi baraja a hacer el ganso. El camarero del bar del lobby me mira con cara de circunstancias. “¿Qué hace este perturbado con cara de ayer y gorra de pana recogiendo una y otra vez cartas del suelo?”, piensa (o eso parece pensar). No sé cuánto tiempo estoy en el lobby, el reloj parece haberse detenido. Por fin empiezan a aparecer telecos en la recepción. Salimos a la calle y cogemos dos autocares (vamos también con las maestras) que nos llevarán a hacer la visita a la provincia de Pinar del Río. Todos (o casi), pese a resistirnos, caemos como moscas en el autocar.


Iván y Diego putearon perrearon a los que dormíamos

Después de un rato de viaje (no sabría decir cuánto, a ver quién controla el tiempo con la cabeza colgando, como se ve en la foto) el autocar se detiene en una plantación de tabaco, con un bar y una tienda adosadas. ¡Dios, no quiero ver como se seca el tabaco! ¡Quiero dormir! Hago un poder y trato de espabilarme un poco. Jorge es más listo y se queda durmiendo en el autocar (él sí había dormido pero estaba a Fortasecs). Después de ver la plantación de tabaco y como éste se seca colgado del techo de una cabaña, decido ir a pedirme una botella de agua al bar. Está bien fresquita así que pego un gran trago. Ya estoy algo más espabilado. Mientras, Iván y Diego se lo siguen pasando piruleta. Como se nota quien ha dormido.


Esta es mi pequeña gran venganza por grabarme en el autocar mientras me jodía el cuello dormido en vez de despertarme, mamones

Entro con el resto en la tienda. Algunos compran chocogalletas, otros café cubano. Carlos (de la Parra) se compra una bandera de Cuba de un tamaño descomunal. El banderazo. Volvemos al autocar. Antes de montar, el Líder da de comer unas chocogalletas a un par de perros hambrientos, aunque el perro grande se come la mayoría de las chocogalletas que el Líder les lanza. Reanudamos nuestra marcha en el autocar. Ya estoy completamente espabilado. Me acuerdo de la partida de cartas de ayer y le pido a Carlos (Relojes) que me pase al móvil el “Yves Larock – Rise up”. Aun no sabíamos que consecuencias iba a tener aquello (un poquito de paciencia, que pronto llegamos a Varadero y os lo cuento).

El autocar está pasando por Viñales cuando empezamos a oler a quemado. De pronto, el autocar se detiene dejando una espesa estela de humo blanco. ¡Hemos roto motor!


¡Trata de arrancarlo por Dios!

Nos bajamos del autocar. El conductor trata de arrancarlo (¡por Dios!) y lo consigue. Volvemos a montar. El autocar aguanta hasta la fábrica de puros, a las afueras de Viñales. Entramos a visitar la fábrica de puros, de la cual no podemos enseñar ninguna foto porque está prohibido hacerlas, no sé por qué motivo. Aun así, la visita tampoco nos aporta mucho. Hombres y mujeres enrollando tabaco. Otro hombre haciendo el control de calidad, pesando los puros. Otros tantos haciendo las cajas y pintándolas. Y unos últimos que separan los puros en función de su tonalidad para que todos los de la caja sean del color más parecido posible. Me acuerdo de nuestra experiencia hace dos días con el puro cubano. Ese sitio me da escalofríos. Salimos de la fábrica de puros y un hombre insiste en vendernos un jugo de naranja (recién exprimido) con ron. “Si tú supieras helmano… Estoy como para rones con jugo”, le comento. Aunque me quedo con ganas de tomarme un jugo de naranja recién exprimido a secas. Eso sí que me hubiera terminado de despejar. Nos tienen media hora tostándonos al sol (que hoy pega con ganas) mientras buscan una solución para el tema del autocar. Me quito la gorra de pana. En que estaría pensando cuando la metí en la maleta. Alguien (cuyo nombre no revelaré para preservar su intimidad) no aguanta más y vomita. Yo estoy a punto. Al fin parecen encontrar una solución para el tema del autocar. Vamos a viajar todos en un único autocar mientras envían otro para el viaje de vuelta a La Habana. Las maestras ya están sentadas en sus asientos del otro autocar así que nos toca sentarnos en el suelo.


Parece que viajamos en un camión de ganado en vez de en un autocar

A mí me toca sentarme debajo de unos asientos, en la parte del fondo a la derecha en la foto anterior. Estoy literalmente comprimido. Hace calor. El autobús nos conduce por un camino de montaña, con mil y una curvas a derecha e izquierda. Hago malabarismos para contener las chocogalletas dentro de mi estómago. Lo consigo. Por fin llegamos a nuestro destino: una pintura rupestre gigante de hace 50 años. Que digo yo que muy rupestre no será si sólo tiene 50 años pero bueno, no estoy para discutir. Bajamos del autocar y vemos un ñufel cebú. Algunos se suben en el cebú para hacerse fotos.


Cebú cubano

Cuando veo la pintura rupestre no me puedo creer que nos hayan parado para ver eso. Me hago una foto con Iago y Diego para que quede constancia de que estuvimos allí.


Sigo sin verle la gracia a lo de la pintura

Nos sentamos todos a la sombra porque el sol empieza a ser insoportable. Hablamos con el guía (no con Javi, sino con el de Angalia) y le preguntamos qué pasa con el autocar. Nos responde que está en camino, qué vamos a ir a comer todos en un autocar a un sitio que está a diez minutos pero que luego viene el otro autocar. No sé lo cree ni él pero tenemos hambre así que no discutimos. Esta vez somos más rápidos y nos montamos de los primeros en el autocar, de modo que nos toca asiento en vez de suelo. No tardamos en llegar al restaurante donde comeremos. Son una especie de merenderos gigantes con el techo de paja y en medio de la selva.


Restaurante en mitad de la selva cubana

Nos repartimos en varias mesas. Los mosquitos nos están comiendo pero Javi saca un repelente de mosquitos de su bolsa y lo comparte con el grupo. No lo había dicho pero Javi es capaz de sacar cualquier cosa que le pidas de su bolsa. Si nosotros fuéramos los Fruitis, él sería algo parecido a Mochilo. Un grupo de cubanos empieza a tocar, cantar y bailar. ¡Por el amor de Dios, hoy no es buen día para que hagáis eso! A ninguno nos apetece escucharlos pero no podemos hacer nada. Y para colmo están justo a nuestro lado. No tardan en servirnos la comida: ensalada, pollo seco, arroz con frijoles, pan bollo (en Cuba no hay pan de verdad) y helado de postre. No está mal, pero a Diego parece que no le hace mucha gracia el pollo. Terminamos de comer y enseguida volvemos al autocar. Aun no ha llegado el otro autocar. Esto es de risa. Vuelvo a hablar con el guía. Vuelve a repetirme que el autocar está de camino. Le digo que no me lo creo y que ya puede hacer algo porque no hemos pagado 50 CUC para viajar en el suelo de un autocar, que una cosa son diez minutos y otra muy distinta son las tres horas que hay de viaje de vuelta a La Habana. Me responde que lo entiende y que están en ello pero que ahora vamos a ver la cueva del Indio, que está a diez minutos.

Montamos en el autocar. Tenemos suerte y nos vuelve a tocar asiento. En diez minutos hemos llegado a la cueva del Indio. Bajamos del autocar y la guía (hay un guía y una guía) nos enseña una planta muy curiosa que se encoge cuando la tocas. Después de jugar un rato con las plantas que se encogen cuando las tocas nos dirigimos a la cueva. Nos hacen pasar por una tienda de recuerdos antes de entrar en la cueva pero nadie compra nada. Mientras subimos unas escaleras que conducen a la entrada de la cueva, vemos un curioso cartel.


¡Ouch!

Entramos en la cueva. Dentro hace una temperatura muy agradable. La cueva está claramente orientada al turismo pues el suelo es de hormigón para que nadie tropiece. Aun así nos toca pasar agachado por un estrecho pasillo donde las pareces están muy juntas y el techo muy bajo. Bajamos unas escaleras (artificiales) y llegamos a un embarcadero. Una pequeña barca a motor nos está esperando.


Para mí, uno de los momentos más absurdos del viaje: el paseo en barca

Montó en la barca con Carlos (Relojes), Iago, Diego y más gente. El hombre que capitanea la barca nos da un pequeño paseo por la cueva. Mientras nos movemos, va señalando piedras con su linterna y explicándonos que tienen nombre (por su no muy evidente parecido a diversos objetos, personas o animales): el pirata, la bota, el conejo, el mango… Me siento como si hubiera viajado atrás en el tiempo y estuviera dando un paseo en la barca del Campo Grande, pero a motor. Salimos de la cueva y llegamos a un nuevo embarcadero. Al bajar de la barca, Carlos pisa el borde de la misma con la intención clara de tirar a alguien al agua, pero no lo consigue. Esperamos a que llegue el resto de barcas con el resto de gente. Son las 17:00 y estamos destrozados.


Vaya panorama

Volvemos al autocar. Aun no ha llegado otro autocar. La gente monta y el autocar arranca. Yo no aguanto más; somos estudiantes pero no somos tontos. Voy a la parte de delante a hablar con los guías y el conductor. Le digo que no vamos a hacer ningún viaje sólo en un autocar. Dicen que están haciendo lo que pueden pero que no hay ningún autocar disponible para mandarnos. “Pues no es suficiente. No vamos a ir tres horas sentados en el suelo del autocar”. La verdad es que me pongo un poco cabrón pero terminan llamando a no sé quién y consiguen una furgonetilla “grande”, de unas once o doce plazas. Nos bajamos los que vamos sentados en el suelo o de pies y montamos en la furgonetilla. Entre ellos estamos Diego, Jorge M., Sara, Ana y yo. La verdad es que vamos como en una latilla de sardinas pero es mejor que viajar en el suelo del autocar. A los pocos kilómetros paramos en un mirador. Javi se curra una de sus habituales panorámicas.


Bonita panorámica desde el mirador, ¡pero queremos dormir ya!

No nos entretenemos mucho tiempo en el mirador y enseguida reanudamos la marcha en nuestra furgonetilla. Algunos (los que van menos comprimidos) aprovechan para dormirse. El resto hablamos de todo un poco para hacer más llevadero el viaje. A medio camino recibo una llamada de mis padres. Un rato después, Ana y yo decidimos mandar un mensaje a Albano pues aun estamos pendientes de la nota de un examen de febrero y parece que ya ha salido. Nos contesta: “Me consta que habéis sacado sendos notables. Salud y heavy metal, que por Cuba habrá poco”. Que grande Albano (mil gracias desde aquí). ¡Toma castaña! Ya tenemos excusa para beber esta noche. Lo que no tenemos son ganas. De pronto empieza a llover muy fuerte. Apenas se ve la carretera pero confiamos en el señor conductor. Adelantamos nuestro autocar, el del motor roto, que va remolcado por una grúa. Continuamos viajando…

… y por fin llegamos a La Habana. Al poco de entrar, la policía nos para. El conductor se baja. Se ha ganado una receta por exceso de velocidad. Vuelve a montar en la furgonetilla, bastante cabreado. Se desahoga con nosotros pero yo no entiendo lo que dice porque estoy en la parte de atrás de la furgonetilla.

Llegamos al Deauville. Cada cual sube a su respectiva habitación. Ahora estoy bastante espabilado así que decido bajar a la piscina a darme un baño. El agua tiene mejor temperatura hoy. No tarda en aparecer Javi, que también se da un baño. Chapoteamos durante un rato pero yo ya no puedo más. Me seco y subo a mi habitación. Allí ya están Carlos (de la Parra) y Nacho. Han quedado con el resto para ir a Coppelia, la famosa heladería. “Yo paso”, le digo mientras me tumbo en la cama. Salen de la habitación y me quedo sólo. Me pongo música en el móvil para dormir: “My dream is to fly over the rainbow, so high”. Son las 20:00. Se acabó el día para mí.

Un ruido me despierta a las 5:00. Carlos y Nacho ya están en la habitación, durmiendo. Busco el origen del ruido. ¡Caramba, si son mis tripas! Corro al baño. Me tomo mis dos primeros Fortasec (y por suerte los últimos) en Cuba. No tardo en volver a dormirme.